Slow Food Europe: no se debe impedir que los Estados miembros prohíban el glifosato

26 Nov 2019 | Spanish

Slow Food insta a los Estados miembros de la Unión Europea a que sigan los ejemplos de Austria y Alemania, que tomaron decisiones firmes sobre el glifosato. Han pasado dos años dese que la Comisión Europea renovó la autorización para el glifosato hasta diciembre de 2022. La decisión de renovar la autorización de 5 años fue llevada a cabo a pesar de que en 2017 el Parlamento Europeo votó a favor de la prohibición total de este químico que ha sido clasificado como un «posible carcinógeno para los humanos» por el Centro Internacional de Investigaciones sobre el Cáncer de la Organización Mundial de la Salud (OMS). La creciente ola de preocupación de los ciudadanos por el uso de glifosato y otros productos fitosanitarios es el contexto ideal para rechazar la renovación de la autorización de glifosato en 2022 y presionar a la UE para que prohíba completamente este producto químico.

Los pioneros en la lucha contra el glifosato

En julio, la Cámara Baja del Parlamento de Austria aprobó un proyecto de ley para prohibir todos los usos del herbicida glifosato a partir de enero de 2020. A menos que la Cámara Alta decida oponerse a la prohibición del glifosato, el presidente del país debe firmar la ley. Esto haría de Austria el primer país de la UE en detener por completo el uso de glifosato. Sin embargo, los reglamentos de la UE obligan a los Estados miembro a notificar a la Comisión sobre todos los proyectos de reglamentación técnica antes de que estos puedan ser adoptados en la legislación nacional en virtud de la Directiva de Transparencia del Mercado Único. Empresas y grupos industriales agrícolas, como Bayer-Monsanto, se están preparando para que la Comisión de la UE elimine la prohibición de Austria, argumentando que «contraviene los procedimientos de la UE». Se espera que la Comisión apruebe o desapruebe la decisión de Austria el 29 de noviembre. Slow Food está entre las organizaciones que apoyan la decisión de Austria y que exigen a la Comisión de no ceda a las presiones de los lobbies.

En septiembre, Alemania se convirtió en el segundo país que decidía prohibir todos los usos del glifosato. Sin embargo, puede que esta decisión no siga el mismo curso de confrontación con la ley que la decisión austríaca, ya que la prohibición entrará en vigor a finales de 2023, después de que la autorización actual de glifosato de la UE haya expirado. Mientras tanto, el gobierno alemán ha acordado prohibir el glifosato a partir del año próximo en los parques urbanos y en los jardines privados, y restringir su uso en áreas ricas en especies.

«Estamos observando un aumento en el número de autoridades locales y nacionales comprometidas a terminar con nuestra dependencia del glifosato sin esperar a que la Comisión esté finalmente lista para reconocer las preocupaciones de los ciudadanos e instituciones científicas sobre los efectos potencialmente peligrosos que tiene esta sustancia en los ciudadanos y especialmente en los agricultores. En 2017, la Comisión prometió que los Estados miembros podrían prohibir el glifosato individualmente, sin restricciones. Ahora es el turno de la Comisión: debe respetar la elección del Parlamento austríaco y apoyar la prohibición. Esto sentaría un precedente y abriría el camino a otros países de la UE», dice Ursula Hudson, presidenta de Slow Food Alemania.

Siguiendo el ejemplo de Austria y Alemania, la República Checa, Italia, los Países Bajos y Malta también han introducido algunas restricciones de uso del glifosato en su territorio. En Francia, si bien el presidente Macron prometió prohibir el uso de glifosato en 2021, se retractó de estas declaraciones arguyendo que los agricultores necesitaban un periodo de transición para disminuir gradualmente el uso de este herbicida. Aunque la prohibición total no está inscrita en la ley francesa, el uso del glifosato ya no está permitido en los espacios públicos y privados del país. Además, a finales de agosto de este año, 20 alcaldes franceses pasaron por alto al gobierno y decidieron prohibir el glifosato en sus municipios. Dinamarca, Bélgica, Luxemburgo, Portugal y España también tienen algunas restricciones sobre el uso de glifosato.

La voz del Parlamento y de los ciudadanos ha sido ignorada

La presión para que la Comisión reconozca el derecho de los Estados miembros a prohibir o restringir el uso de glifosato es alta; de lo contrario, la Comisión se arriesga a que la acusen de obstaculizar un proceso democrático. Slow Food lamenta que los procesos de toma de decisiones estén unilateralmente en manos de la Comisión cuando se trata de cuestiones técnicas, y sobre todo políticas, sobre las que los Estados miembros no pueden ponerse de acuerdo. Mediante el procedimiento de comitología, el papel del Parlamento Europeo se reduce a uno simbólico.

El caso del glifosato ha demostrado claramente los riesgos que entraña la comitología. Hace dos años, el Parlamento respaldó la prohibición total del glifosato en diciembre de 2022 y las restricciones inmediatas del uso de esta sustancia. Por entonces, los miembros del Parlamento expresaron su preocupación sobre el proceso de valoración de riesgos de la UE, ya que la
OMS y varias agencias de preparados químicos y seguridad alimentaria de la UE llegaron a conclusiones diferentes.La resolución no vinculante fue aprobada por 355 votos a favor, 204 en contra y 111 abstenciones. Sin embargo, fue todo lo que el Parlamento pudo hacer.

«En el proceso democrático europeo, es vital que las instituciones y los ciudadanos sean escuchados. Una decisión tan importante que concierne a la salud de las personas y de nuestro planeta no se puede tomar sin un amplio consenso, y eso incluye a las instituciones científicas. Es absurdo que dos agencias lleguen a conclusiones totalmente diferentes. La Comisión y los Estados miembros confiaron en una evaluación, que resultó ser un plagio de los informes de Monsanto. Incidentes como estos ponen en peligro la credibilidad de las instituciones de la UE y se alejan de Europa», argumenta Hudson.

En 2017, la Comisión no solo ignoró la voz del Parlamento, sino que también obvió la Iniciativa Ciudadana Europea (ECI, por sus siglas en inglés) «Stop Glyphosate», que contó con el apoyo de más de 1 millón de europeos, Slow Food incluido. En respuesta a la exitosa ECI, la Comisión dijo que no tenía fundamentos científicos o legales para prohibir el glifosato. Slow Food está profundamente convencido de que la Comisión debe tener en cuenta la voluntad expresada por los ciudadanos, el Parlamento, y ahora los órganos de Austria.

Detrás de los lobbies, el gigante Bayer-Monsanto

El glifosato fue desarrollado en la década de 1970 por Monsanto, recientemente fusionado con Bayer, bajo la marca Roundup. Ahora está fuera de patente y comercializado en todo el mundo por docenas de otros grupos químicos. Sin embargo, Roundup sigue siendo la marca más popular y accesible tanto para agricultores como para particulares. La preocupación sobre la seguridad del glifosato surgió cuando el Centro Internacional de Investigaciones sobre el Cáncer de la OMS clasificó el glifosato como una sustancia «probablemente cancerígena para los humanos», pese a que anteriormente había sido clasificado como un químico de baja toxicidad. Bayer-Monsanto se enfrenta a miles de demandas relacionadas con el herbicida en Estados Unidos.

Slow Food cree que la prohibición a nivel europeo del glifosato es un paso necesario y urgente. El uso continuado de este químico no solo supone grandes riesgos para la salud de los ciudadanos (sobre todo, la de los agricultores), sino que también es tóxico para la biodiversidad y para todo el ecosistema. Mientras tanto, cada vez hay más pruebas de que las prácticas agrícolas agroecológicas sostenibles, como las que usan los productores de Slow Food, son una excelente alternativa a la agricultura convencional dependiente de glifosato.

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