Incorporar el mantra de Slow Food —comida buena, limpia y justa para todos— en la «burbuja de Bruselas» no es pan comido. La «burbuja» es un ecosistema propio de Bruselas: abarca las instituciones europeas y todas las organizaciones que giran alrededor de ellas e intentan influenciar la creación de políticas.
En este ecosistema tienen lugar cientos de conferencias cada año, pero casi siempre son las mismas personas las que intervienen y asisten como público. Desgraciadamente, la «burbuja» también está aislada de la ciudad sobre la que ejerce su influencia, Bruselas.
Por eso, cuando desde la oficina de Slow Food en Bruselas empezamos a organizar una conferencia en la ciudad, decidimos que nuestro evento debería tener dos características: incluir ponentes que nunca participen en las conferencias de Bruselas y reventar la «burbuja» organizando el evento en una parte simbólica de la ciudad.
El 18 de octubre seis profesionales experimentados de la red de Slow Food fueron nuestros ponentes principales en la conferencia «Hacia una Política Alimentaria Común: voces inconformistas que rompen con el pensamiento único«, junto con Carlo Petrini y Olivier De Schutter (exrelator de la ONU sobre el derecho a la alimentación y copresidente del Panel Internacional de Expertos en Sistemas Alimentarios Sostenibles). Estos ponentes hablaron de los principales retos del sistema alimentario, las soluciones y los elementos clave de una Política Alimentaria Común.
Jean Pierre de Leener, un agricultor de la periferia de Bruselas que apuesta por la comida orgánica, exmiembro del gabinete del ministro flamenco de agricultura y medio ambiente y activista de Slow Food Metropolitan Brussels, fue el primero de los ponentes y se encargó de presentar a la audiencia el lugar donde se celebrara el evento, el «atelier des Tanneurs». El edificio del “atelier”, ubicado en una zona que solía ser de las más pobres de la ciudad, acoge un mercado diario en el interior de productos frescos y orgánicos. La mayoría se han elaborado en Bélgica y, en algunos casos (como los limones, el aceite de oliva y otros productos parecidos), provienen de una cooperativa siciliana de productos orgánicos que trabaja con cultivos antiguos y que lucha por la justicia local, como por ejemplo adhiriéndose a la campaña «Addiopizzo», que rechaza los pagos por protección a la mafia.
Los agricultores y ganaderos entregan sus productos a diario, reciben un precio justo por su trabajo y, debido a la corta cadena de suministro que hace que el margen que ganan los vendedores disminuya un 25 %, los clientes también pagan un precio justo. Es un éxito: familias de toda condición hacen cola delante del «marché des Tanneurs» para hacer la compra. Para Jean Pierre de Leener, la compra directa y la participación cercana de los cidudadanos es la clave para conseguir un sistema alimentario sostenible, así como un elemento fundamental de una política alimentaria.
Linda Bedouet, joven agricultora que practica la agroecología y la permacultura y coordinadora de la Red de Jóvenes de Slow Food en Francia y de «Fermes d’Avenir», enfatizó la importancia de apoyar a todos los agricultores y ganaderos en la transición hacia una agricultura agroecológica, tanto en términos de apoyo técnico como social. Sin duda ella ya ha tomado cartas en el asunto: Bedouet escribió el libro Créer sa micro-ferme: permaculture et agroecologie (Crea tu microgranja: permacultura y agroecología), del que se vendieron 25.000 copias y anima a hacer la transición tanto con la asociación «Fermes d’Avenir», con la que ofrece formación, como con la promoción de la agroecología por todo el país. Bedouet también insitió sobre la importancia de considerar los factores externos de la agricultura: «en Francia, los agricultores y ganaderos convencionales generan productos valorados en 60.000 millones, pero la purificación de las aguas contaminadas debido a sus actividades cuesta cerca de 60.000 millones. Tenemos que pagar un precio justo por la comida.»
«Las infraestructuras ya no están ahí para apoyar a los negocios locales ni a los mercados de áreas rurales, las escuelas cierran, las oportunidades de encontrar un trabajo en la zona desaparecen y la gente se ve obligada a emigrar a zonas urbanas.» Esto es lo que según Johan Dal, investigador de la Universidad Aalborg y coordinador de Slow Food Copenhague-Norte de Selandia, es uno de los retos más importantes a los que nos afrontamos hoy. ¿Cuál es la solución? Afrontar el sistema alimentario en su complejidad. «No es suficiente luchar contra un solo problema, no es suficiente luchar para detener los deshechos alimenticios si no cambias el sistema de producción.»
Una complejidad que también atañe a los pescadores: «Los pequeños pescadores de costa dependemos totalmente de lo que hay en nuestras aguas, no podemos decidir qué vamos a cultivar, pescamos lo que nos encontramos», dijo Barbara Geertsema, pescadora y ecologista, coordinadora de Goede Vissers y del Baluarte de Slow Food de las Pesquerías Tradicionales del Mar de Frisia, en los Países Bajos. «He aprendido que cosechamos de las generaciones anteriores y producimos para las siguientes.»
«Redescubrir qué es el pescado, cómo se pesca, qué es un vegetal, cómo se produce y quién lo produce», este es el papel clave de los cocineros según las palabras de Xavier Hamon, chef y propietario del restaurante Le Comptoir du Théâtre, y coordinador de la Alianza de Cocineros de Slow Food en Francia. «Somos demasiados cocineros los que estamos cerca de las estrellas y lejos de las raíces: necesitamos establecer de nuevo nuestro papel en el sistema alimentario.»
«La flexibilidad es clave en mi trabajo diario, debido al cambio de estaciones, al clima y a los animales. Pero tengo que afrontar la burocracia.» Para Robert Paget, productor de queso de leche cruda y coordinador de Slow Food Kamptal (Austria), una Política Alimentaria Común debería reconocer las especificidades de los productores a pequeña escala y tratarlos en consecuencia, con una carga de burocracia adecuada.
Olivier de Schutter y Carlo Petrini abordaron cuestiones como los precios justos, la urbanización, el cambio climático y la homogenización de normas en Europa. Ambos ponentes comentaron en sus presentaciones el artículo de opinión que publicaron juntos anteriormente este año para reclamar una Política Alimentaria Común en Europa que sea coherente, transversal, que esté conectada con el territorio, que reconcilie lo que sucede a nivel europeo, nacional, regional y local y que se desarrolle de forma participativa.
«Los gobiernos deben otorgar una dignidad política total a la cuestión de la alimentación y deben crear un ministerio de la alimentación. La alimentación no es un simple apéndice de la actividad productiva, también tiene repercusiones fundamentales en la economía, en nuestra salud, cultura y educación», dijo Petrini.