La “milpa” es un policultivo agroecológico con una tradición milenaria que se basa principalmente en el cultivo de granos de maíz, frijol y calabaza. Lamentablemente el concepto de “milpa” en México ha sido reducido por la mayoría de la población para indicar solamente a la planta del maíz. El policultivo de la milpa se utilizó de manera tradicional en la mayor parte de la región de Mesoamérica. Las diferentes culturas establecidas en la zona adaptaron el sistema conforme a sus necesidades y al ecosistema que habitaban. En la parte central de México conocida como el “altiplano mexicano”, podemos ver cómo este sistema de milpa fue integrado con una planta domesticada a lo largo de miles de años, conocida como Agave bajo la clasificación Lineo y cómo metl en lengua náhuatl.
El sistema milpa y maguey
La mayoría de la sociedad urbana desconoce el origen del vocablo “milpa”, que proviene del náhuatl “milli”, y significa el lugar de la siembra; y también desconoce la posibilidad de cosechar una gran variedad de alimentos mediante un sistema que ofrece una alimentación completa y balanceada. Este sistema agroecológico, por otra parte, ofrece una respuesta a la interrogación planteada por arqueólogos y antropólogos, acerca del alto desarrollo de las civilizaciones mesoamericanas del altiplano mexicano sin haber domesticado animal alguno tal y como sí lo hicieron en Europa. Según algunos académicos la respuesta estaría en el desarrollo de una cultura agrícola basada en el sistema milpa-y-agave.
La complementariedad alimentaria y nutricional que ofrecen las técnicas culinarias utilizadas con productos de la milpa cómo las hierbas silvestres, maíz, frijol, calabaza, insectos, frutas, se vio, además, incrementada con una bebida milenaria obtenida de la planta de agave. El agave o maguey tarda entre 7 y 25 años en crecer para producir aguamiel: la savia o jugo vegetal que, posteriormente, se deja fermentar para obtener una bebida ligeramente alcohólica llamada pulque. El pulque concentra una gran cantidad de proteínas, minerales y aminoácidos esenciales para nuestro organismo, y está comprobado que el cuerpo lo asimila como si fuera un alimento cárnico. De las más de 280 variedades de agave que existen en Latinoamérica, en el altiplano mexicano, los antiguos pobladores seleccionaron aquellas que satisfacían varias necesidades: alimento, bebida, herramientas, medicina, construcción, tejidos… El maguey fue tan importante que llego a convertirse en deidad muy respetada entre las diferentes culturas del altiplano mexicano.
Hoy en día, aunque cada vez menos, podemos encontrar algunas comunidades indígenas o rurales que aún mantienen la simbiosis entre el sistema milpa-y-agave. Una de ellas es la comunidad del alimento San Mateo Ozolco, de Slow Food México, que ha integrado al Arca del Gusto el pulque local elaborado con una mezcla de cuatro variedades de maguey y el pinole de maíz azul elaborado con una variedad local de maíz nativo.
Resiliencia y soberanía alimentaria
La milpa se ha mantenido a lo largo de la historia de México, sobreviviendo a la conquista, a la colonia y a la agroindustria basada en monocultivos y mercados de exportación. Podríamos decir que el ser humano de Mesoamérica domesticó la milpa, seleccionando las mejores variedades. Sin embargo, al analizar cómo la mayoría de las culturas mesoamericanas diversificaron su gastronomía basada en la milpa, podríamos decir que fue la milpa la que domesticó a nuestros antepasados.
El sistema tradicional de milpa y agave merecen el reconocimiento como patrimonio biocultural de la humanidad, con potencial para ser reconocido como un sistema estratégico en la agricultura sostenible. Además, los conocimientos tradicionales arraigados en este sistema de cultivo, representan un valor cultural que fortalece a las comunidades indígenas y rurales en México. Por ende es necesario conocerla, preservarla y difundirla para impulsar una resiliencia y soberanía alimentaria en zonas rurales y urbanas, como una estrategia más ante los problemas de índole global causados por la alimentación agroindustrial.
La productividad de las granjas pequeñas que se dedican a cultivos diversificados es superior, en términos de productos cosechables por unidad de superficie, que la de las granjas que practican el monocultivo. La ventaja de un cultivo mixto en términos de rendimiento va del 20 al 60%.
Alfonso Rocha Robles