En Morbihan, en la costa atlántica de la Bretaña francesa, Tifenn y Jean Noël Yvon están percibiendo los efectos del cambio climático. Tifenn y Jean Noël se encuentran entre los pocos productores de la Ostra natural de Bretaña, cultivando estos bivalvos en el mar, respetando sus ciclos de vida naturales y estacionales y ahora protegidos por un Baluarte de Slow Food. Los bivalvos, que desempeñan una función integral en los ecosistemas como filtradores del agua, son sensibles a las impurezas y a los cambios, que en el caso de las ostras tienen un impacto en su desarrollo y en su sabor.
Los primeros signos del cambio se hicieron evidentes hace unos años: «durante los últimos dos o tres años hemos notado que el entorno se vuelve más cálido y seco. Esto ha provocado cambios importantes en nuestro trabajo». Los ciclos de vida de las ostras reciben una gran influencia de la temperatura y de sus entornos, por lo que, a medida que sube la temperatura media del agua, las fases estacionales naturales del desarrollo y la maduración se adelantan. «El calentamiento ha cambiado por completo el ciclo de producción. Las ostras crecen mucho más deprisa y las tareas que antes solíamos realizar en enero, ahora las estamos realizando seis meses antes, en julio».
Además de trabajar en estaciones totalmente distintas, los Yvon han tenido que contratar a más personal para hacer el mismo trabajo que hacían antes. El calentamiento del agua ha propiciado la proliferación de vegetación marina, como esponjas o algas, que han comenzado a crecer en las conchas de las ostras. Esta vegetación adicional de las ostras se debe limpiar a mano y, evidentemente, cuanta más tienen, más lento es el proceso y son necesarias más manos para terminar el trabajo a tiempo.
Si bien el calentamiento del agua favorece a cierta vegetación, otros organismos se desarrollan y se deterioran. Esto conlleva variaciones en el sabor de las ostras, ya que cambia el surtido de plancton y otros organismos de los que se alimentan. Esto no tiene por qué ser una desventaja en sí, aunque sí supone un factor comercial importante para los productores, ya que un cambio de sabor puede acabar con su demanda.
Tifenn y Jean Noël están listos para hacer frente al desafío. Sin infravalorar los riesgos y los problemas que conlleva el cambio climático para su actividad, ellos piensan de forma proactiva sobre cómo enfrentarse a él. A medida que perciben los cambios, van improvisando y adaptándose. Como parte de una red mundial como Slow Food, asumen una responsabilidad y una carga con el resto de la red y son conscientes del modo en que las comunidades y los productores están haciendo frente al cambio climático y sus distintas consecuencias en todo el mundo. Esta fraternidad con la red internacional es una razón para conservar la esperanza y el optimismo: «El movimiento representa nuestros valores y nos ha permitido crear contactos inspiradores y valiosos con nuestros colegas».