El hecho de que un acontecimiento denominado Slow Meat se desenvuelva en Estados Unidos, y que Estados Unidos haya asumido el papel de líder en una campaña internacional que se bate por reducir uno de los consumos más impactantes a nivel mundial, no sucede por casualidad. Precisamente es Estados Unidos el país líder del consumo. Los números y los nombres lo dicen claro. Según el Meat Atlas, importante publicación realizada el pasado año por Friends of the Earth Europe, en Estados Unidos se concentran cuatro de los diez mayores productores de carne a nivel mundial: Cargill, Tyson Foods, Smithfield Foods y Hormel Foods. Tres de ellos –BRF, JBS y Marfrig– están ubicados en Brasil; Vion y Danish Crown AmbA están en Europa, mientras que Nippon Meat Packers tiene su sede en Japón. Estados Unidos está también en los primeros lugares por lo que respecta a la cantidad de animales sacrificados. Según una estadística de 2011, ocupan el tercer puesto en sacrificios de bovinos (con 35.108.100 cabezas sacrificadas van por detrás de China y Brasil y por delante de la India), y la segunda posición en sacrificios de porcinos (con más de 110 millones de cabezas, después de China) y de aves (con más de 8 millardos de piezas, también después de China). A nivel de consumo se encuentran en el primer lugar por lo que respecta a las carnes bovinas y a las aves, y en el tercero respecto de los porcinos.
Recientemente el Departamento de Agricultura y el Departamento de Salud estadounidenses, publicaban un interesante informe científico: “Scientific Report of the 2015 Dietary Guidelines Advisory Committee”, donde se evidencian las consecuencias para la salud humana de una dieta tan desequilibrada, y cuál habría de ser el nuevo rumbo a adoptar. «Los modelos dietéticos con efectos beneficiosos para la salud están descritos como ricos en verdura, fruta, cereales integrales, pescado, legumbres y nueces; moderados en el consumo de lácteos sin grasas o de bajo contenido en grasas; pobres en carne roja y transformados, alimentos y bebidas azucaradas y cereales refinados».
Tal y como Slow Food sostiene desde hace ya tiempo, un sistema alimentario que consume grandes cantidades de carne es más insostenible cada vez. Por el contrario, limitar su consumo aporta beneficios al ambiente, a nuestra salud y también al bienestar de los animales, que en el actual sistema se han visto reducidos a un estatus de meras máquinas, mercancías, y constreñidos a pagar un precio más alto cada vez. Sin embargo, existe la posibilidad de modificar el estado de las cosas a partir de opciones individuales que nos lleven a consumir menos carne, pero de mejor calidad.
Las sugerencias promovidas por un evento y una campaña como Slow Meat, nos ayudan a singularizar comportamientos correctos y potencialmente incisivos: por ejemplo, adherirnos a la iniciativa “Join Meatless Monday” (los lunes, sin carne), que puede ofrecernos la oportunidad de redescubrir los ingredientes de temporada explorando nuevas cocinas y recetas vegetarianas; o bien aprender a consumir todo el animal (“Nose-to-Tail”, o sea, de la cabeza hasta la cola), tomando así en consideración este tipo de alternativas, con frecuencia infravaloradas, y mostrando de esta forma nuestro respeto no solo por los animales, sino también por quien los cría y trae hasta nuestro plato.
Existen tantos consejos útiles y preciosos que nos inducen a mejorar nuestro impacto sobre el medio ambiente y nuestras presiones sobre las ganaderías. La campaña Slow Meat se postula para convertirse en una gran iniciativa internacional, patrocinada por Slow Food en diferentes países con iniciativas dirigidas a los consumidores, campañas pensadas con los cocineros, una acción de sensibilización generalizada
Nos complace concluir con las palabras de Jonathan Safran Foer, vegetariano y autor del bestseller Comer animales [título en inglés: Eating Animals]. «Comencemos por renunciar a la carne sin un particular significado cultural, ni gastronómico, ni afectivo, tipo un hamburger comido a la carrera en McDonald’s. Si pregunto a alguien si está dispuesto a devenir vegetariano, me dirá que no casi seguro. Pero si le pregunto si está dispuesto a renunciar a al menos un plato de carne a la semana, probablemente me dirá que sí. Ese único plato equivaldría, solo en Estados Unidos, a eliminar cinco millones de automóviles al año de las carreteras. Vegetarianos, veganos, consumidores de carne responsables y pequeños ganaderos: todos nos encontramos en la misma parte de la barricada. En la otra parte se halla nuestro enemigo común: el sistema industrial de producción de carne, que cada año mata y hace sufrir a millardos de animales»
¡Únete a nosotros! Sigue la campaña Slow Meat en nuestra web (https://www.slowfood.com/slowmeat/en/) y participa en el evento organizado por Slow Food USA (www.slowfoodusa.org/slow-meat-2015).