Jean-Robert Lomata
Una vocación tardía
D. R. Congo
“Antes de comenzar a pescar yo era maestro. Desafortunadamente, tuve que abandonar mi profesión por razones políticas y financieras. Bajo la dictadura de aquel tiempo los funcionarios percibían un salario irrisorio y no conseguía mantener a mi familia. Mi primo, pescador en Kinshasa, me ayudó a sobrevivir en diferentes ocasiones, y un día le solicité llevarme con él a la pesca. Ahora soy pescador desde hace 21 años y mi profesión se ha convertido en una auténtica pasión. Cuando otros compromisos me retienen durante algún día lejos del río, me siento como un hombre incompleto.
Mi profesión es inseparable de mi vida personal: ambas partes se integran y se dan sentido recíprocamente. Hay quienes creen, al menos por aquí, que los pescadores son personas sin instrucción, analfabetos, borrachines… Pero no es cierto: para muchos de nosotros la alternativa era, la pesca o el hambre.
Durante mi tiempo libre leo y escucho los noticiarios. También amo la vida comunitaria y con frecuencia me encuentro con miembros de diferentes asociaciones; y amo el intercambio, que también ha devenido una pasión. Soy muy conocido en los ambientes públicos, por las autoridades locales y las ONG que trabajan con los pescadores, y trato de que las cosas progresen. He tenido la fortuna de viajar dos veces a Italia para participar en Terra Madre. Tengo hijos que frecuentan la escuela, dos de ellos estudian incluso en la Universidad de Kinshasa. Y todo ello se lo debo a la pesca.
Lo que más me fascina de la pesca es el propio pez, sus movimientos me divierten y me tranquilizan a un mismo tiempo. No soporto a aquellos pescadores que capturan peces pequeños, alevines, y destruyen el ecosistema cortando la vegetación de las márgenes del río, allí donde los peces se reproducen. Como pescador, mi relación con los habitantes del río es compleja, sobre todo porque amo la pesca artesanal y responsable: soy predador y protector al mismo tiempo.
Pesco junto a un colega en el río Congo, en el Pool Malebo. Utilizamos la técnica tradicional y artesanal de la senne de plage, que consiste en pescar peces en superficie, cerca de la orilla, con una red de malla estrecha. La red se posa sobre el agua, se dirige hacia la playa y después se iza a bordo. Tengo una pequeña piragua de 7 m de longitud y 70 cm de anchura, y redes tan bien mantenidas ¡que me duran años!
Formo parte de muchas organizaciones: he fundado el convivium Slow Food Pool Malebo en Kinshasa, del que soy vicepresidente, y soy presidente de la Union des Associations de Pêcheurs, que agrupa a una quincena de asociaciones provenientes de los tres municipios vecinos a Kinshasa. Uno de los objetivos de la Unión es la lucha contra la pesca ilegal; gestiona además los conflictos y protege el ambiente y la biodiversidad. También soy presidente de la Coopérative de Commercialisation de Kingabwa: hemos comenzado a vender el pescado a través de esta cooperativa, pero aún necesitamos realizar algunos ajustes. Por el momento vendemos prevalentemente a los comerciantes, sobre todo a las mujeres horticultoras de Kinshasa.
La pesca artesanal es un decisión innata para la mayor parte de los pescadores de la República Democrática del Congo. Aquí no existen alternativas, ¡la pesca en gran escala es demasiado costosa! No obstante, algunos la practican. Los pescadores cumplen un papel importante en la salvaguardia de las aguas y de las especies ícticas, evitando usar, por ejemplo, productos tóxicos, o talar la vegetación de las orillas del río para capturar los peces, o utilizando redes con mallas conformes a los reglamentos que se aplican a la pesca. Por eso creo que es fundamental que las leyes de mi país sobre la pesca sean impuestas y observadas para preservar el oficio y para las generaciones futuras. El Estado y los pescadores deben trabajar mano a mano por una gestión conjunta, razonada y responsable de los recursos ícticos».
Jean-Robert Lomata
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