No a los sustitutos de la miel

Cómo la adulteración y la malnutrición de las abejas amenaza el futuro de este alimento, las abejas que lo producen, y las plantas que estas polinizan.

Si el oso panda y el tigre eran los símbolos de la ecología y la protección de la fauna en los 90, la figura que hoy representa el movimiento verde contemporáneo es definitivamente la abeja.

Lo cierto es que las razones son bastante egoístas: todos conocemos la importancia de la abeja como polinizador en la agricultura global; además, produce un alimento que ha sido una fuente básica de azúcar para muchas culturas y comunidades de todo el mundo durante miles de años, precediendo incluso a la agricultura: la miel.

Aún así, hay dos graves problemas en la producción de la miel que suponen una gran amenaza para la supervivencia de las abejas melíferas, con decenas de especies diferentes que ya se encuentran en peligro de extinción. [1] Hay problemas más preocupantes en cuanto al uso de los pesticidas [2] y la pérdida de hábitats, debido al cambio climático y la actividad humana, y su impacto en la biodiversidad floral, pero hoy nos centraremos en dos intervenciones directas en la industria de la miel que suponen un engaño para los consumidores y las abejas.

El primer problema es la adulteración de la miel con otros edulcorantes.

Este problema está presente en todo el mundo, especialmente en países que producen miel a escala industrial, como China. Uno de los motivos por los que está tan extendido es porque, históricamente, ha sido un problema difícil de detectar y, por ello, los productores han podido pasar desapercibidos al diluir la miel con otros sustitutos más baratos como el jarabe de maíz, jarabe de arroz o azúcar de palma para así aumentar sus beneficios. Los químicos presentes en estos sustitutos son muy parecidos a los que encontramos en la miel real, entonces, ¿cuál es el problema? ¿por qué se gasta dinero en tecnologías tan avanzadas, como la Resonancia Magnética Nuclear (RMN) [3], que puedan detectar estas impurezas?

La razón más evidente es que hay una cuestión de transparencia: si compramos algo que dice ser miel, eso es lo que esperamos que sea, y al comprarlo estamos poniendo nuestra confianza en los productores y en sus palabras. La miel tiene un precio más alto si lo comparamos con sus sustitutos, por lo que tendríamos todo el derecho a sentirnos engañados si decidimos gastar nuestro dinero en miel en lugar de en un bote barato de jarabe de maíz y, sin saberlo, estuviéramos consumiendo este jarabe de todos modos.

En segundo lugar, a pesar de que los sustitutos puede que no potencien los beneficios que tiene la miel real, muchos de ellos tampoco suponen un riesgo para la salud. No obstante, otros desgraciadamente sí. El jarabe de arroz contiene niveles de arsénico venenoso más alto de lo que permitido en el agua potable [4] y, por otro lado, la fructosa del jarabe de arroz nuestro cuerpo no la puede utilizar para generar energía: tiene que almacenarse en el hígado como grasa o glucógeno. [5]

Además de la clara avaricia que existe en la industria de la miel y de la despreocupación por las consecuencias para la salud y el medio ambiente que supone la adulteración, existe otra cuestión a tener en cuenta sobre la diversidad: parte de la belleza de la miel reside en su maravillosa transformación e interpretación de las flores. Hasta el experto más refinado de los quesos tendría dificultades para discernir la dieta de animales que se alimentan de pastos mediante el aroma de su leche; pero cualquiera puede ver, oler y saborear la diferencia de las mieles monoflorales. La adulteración de la miel con los sustitutos baratos es otra vuelta de tuerca hacia la homogeneización de gustos y nuestro distanciamiento de los orígenes del alimento.

 

El segundo problema es… la adulteración de la miel con otros edulcorantes.

Espera un momento, ¿este no era el primer problema? Así es, pero esta vez no vamos a hablar de la miel que consumimos nosotros, si no de la miel que toman las abejas. Así es: los apicultores irresponsables, queriendo sacar el máximo beneficio posible de cada abeja, no solo roban una cantidad insostenible de miel de sus colmenas, sino que además les dan sustitutos, como el jarabe de maíz, para que se alimenten; los estudios relacionan este hecho con problemas de colapso de colonias (CCD por sus siglas en inglés). [6]

Aunque las causas potenciales de los CDD son variadas y el fenómeno aún no se conoce bien, la malnutrición de las abejas es uno de los principales sospechosos junto a los pesticidas y los virus. Dado que la miel es un alimento natural de las abejas, es lógico que un empobrecimiento de su dieta, causado por la sustitución de miel por jarabe de maíz o arroz, pueda tener un impacto en sus sistemas inmunes [7], al igual que una dieta insuficiente en nutrientes debilita el sistema inmune humano. Por lo tanto, estos efectos indirectos de dicha malnutrición podrían hacer que las abejas sean más susceptibles a parásitos como Nosema ceranae, lo que aumenta aún más la toxicidad de pesticidas como los neonicotinoides para abejas [8]. Al fumigar los campos con pesticidas y desnutrir a las abejas deliberadamente, debilitando así sus sistemas inmunes, no debería sorprendernos que los números hayan bajado de manera tan drástica en todo el mundo.

Está claro que algo hay que cambiar si no queremos que la miel sea una historia que contar a nuestros nietos con melancolía y nostalgia. Así que, ¿qué podemos hacer? Aquí tenemos las tres acciones principales que Slow Food recomienda:

  1. No comprar miel a las grandes empresas que proporcionan poca, o ninguna, información sobre las abejas y las flores que utilizan ya que es mucho más probable que su miel esté adulterada y que proceda de productores que lleven a cabo prácticas perjudiciales para las poblaciones de abejas. Siempre que sea posible, compra miel a productores locales que produzcan pequeñas cantidades de miel y a los que no les importe hablar de sus prácticas de apicultura. Pregunta en las tiendas locales si tiene productos orgánicos certificados que también sean locales y, si no los tienen, por qué no. Si no encuentras este tipo de miel cerca… es mejor no comprarla que apoyar a las grandes empresas comprándoles este tipo de productos que son perjudiciales para nuestra salud, nuestro planeta y nuestro futuro.
  2. Habla con tus conocidos sobre este problema y ¡dalo a conocer! No vale con que nosotros, como individuos, dejemos de comprar miel: necesitamos un movimiento en masa para causar efecto. Por mucho que no nos guste «sermonear» a nuestros amigos y familia, es un acto político vital que tenemos que hacer cueste lo que cueste. Ellos son gigantes, nosotros multitud.
  3. Escribe a tus políticos locales: no podemos dar por hecho que estarán informados de todo lo que pasa en el mundo, ni tenemos ninguna garantía de que se vayan a preocupar tanto como para hacer algo al respecto, pero si no dices nada, entonces sí que puedes estar 100% seguro de que nada va a cambiar. La lucha conlleva un esfuerzo, pero el tiempo y las organizaciones como Slow Food han demostrado que la sociedad civil es capaz de llevar a cabo cambios duraderos en la sociedad mediante acciones políticas colectivas, ¡y todo empieza por nosotros!

Slow Food apoya la Iniciativa Ciudadana Europea Salvemos a las Abejas y a los Agricultores. Si eres ciudadano de la UE y aún no has firmado la petición, ¡todavía estás a tiempo!

Datos y cifras relevantes sobre las abejas: [9]

  • Tres de cada cuatro cultivos en el mundo que producen frutos o semillas para el alimento humano dependen, al menos en cierta parte, de los polinizadores.
  • Mejorar la densidad y la diversidad de los polinizadores aumenta el rendimiento de los cultivos: los polinizadores afectan al 35% de la tierra agrícola global, formando parte de la producción del 87% de los principales cultivos alimentarios en el mundo.
  • Los polinizadores están en peligro: la agricultura sostenible puede reducir el riesgo de los polinizadores ayudándoles a diversificar el paisaje agrícola y utilizando los procesos ecológicos como parte de la producción alimentaria.
  • Proteger a las abejas es proteger la biodiversidad: la gran mayoría de los polinizadores son salvajes, incluyendo más de 20 000 especies de abejas.

Referencias

[1] Ver, por ejemplo, la Lista Roja de Abejas Europeas creada por la Comisión Europea. La información sobre las especies de abejas en peligro en cualquier otro sitio es muy escasa, pero hay numerosos estudios que han mostrado la disminución global de las abejas, incluyendo este publicado en Science en Febrero de 2020.

[2] Una investigación reciente demuestra que el impacto de los pesticidas en las abejas se ha duplicado en la última década, según informa The Guardian.

[3] https://www.sciencedirect.com/science/article/abs/pii/S0260877414001228

[4] https://www.mdpi.com/2304-8158/9/11/1538/pdf – page 11.

[5] Ibid., página 10.

[6] https://cordis.europa.eu/article/id/89968-untangling-the-causes-of-colony-collapse-disorder

[7] La relación entre la malnutrición de las abejas y la deficiencia en su sistema inmune ha sido estudiada por investigadores de la Universidad de Illinois que trabajan en Bee Research Facility, 2014.

[8] Según informaron en este estudio investigadores de la Universidad de Montana en 2010.

[9] Publicación de la FAO, «Why Bees Matter».

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