La comunidad Slow Food: una red única en el mundo que se ha convertido en realidad

Desde sus orígenes, Slow Food ha creído firmemente en la fuerza de la sinergia: dado el movimiento, nunca ha sido posible pensar en incidir profundamente sobre el sistema alimentario aislándose de las posiciones predefinidas y teniendo miedo de la contaminación, de encontrarse con caminos no previstos y de escuchar la diversidad de las voces en torno a uno mismo.

Por lo tanto, durante el Congreso de Chengdu pareció normal que la evolución de la asociación, que ha visto nacer tantos proyectos sobre la protección de la biodiversidad a partir de la unión de empeños e ideales compartidos, culminara en la creación de las comunidades Slow Food, puntos clave en la red internacional Terra Madre y motores para el futuro, no solo del movimiento. De hecho, las comunidades locales siempre han determinado el cambio, la reconstrucción (excepto la regeneración de la economía), la adaptación a las diferentes situaciones, y han expresado la capacidad de afrontar los desafíos con éxito.

“Deberíamos aprender de las plantas: son un ejemplo de convivencia y de capacidad de resolver los problemas –explica Stefano Mancuso, erudito en neurobiología de las plantas en la Universidad de Florencia y ponente en el Congreso Internacional en Chengdu– Una planta sin una comunidad no es nada, no puede evolucionar”.

Así debería ser el ser humano, así es Slow Food.

Los desafíos relacionados con el sistema alimentario y la protección del planeta son cada vez más urgentes y complejos. Es necesario unir fuerzas e identificar formas de asociación, nuevas y más sencillas, que puedan contribuir a difundir y ampliar la filosofía de lo bueno, limpio y justo. Las comunidades Slow Food son una respuesta, una demostración más fuerte de que la red de comunidades locales, que desde siempre han representado el movimiento, es una red global que abraza el mundo y que camina con él por un cambio positivo.

Hoy, en todo el mundo, las comunidades Slow Food se están multiplicando. Cada una de ellas ha escogido comprometerse para alcanzar un objetivo que pueda no solo mejorar la vida de la propia comunidad, sino también proteger la biodiversidad local, garantizar un futuro sostenible para nuestro planeta y, por último, reforzar el mensaje de Slow Food. Aquí les presentamos algunas, esperando poder conocerlas todas en el próximo Congreso Internacional del 2020, donde todos juntos podremos, una vez más, demostrar que ellos son gigantes, pero nosotros somos multitud.

La sinergia de la red local para proteger las simientes locales

Comunidad Slow Food de los huertos de Vhembe (Sudáfrica)

La comunidad, con centenares de miembros, trabaja desde hace años en el ámbito del proyecto Diez Mil Huertos en África, dando vida a huertos familiares y escolares en el distrito de Vhembe. La selección y la conservación de las simientes locales, junto con la creación de pequeños bancos de semillas reales, es una de las actividades más importantes del grupo que, mediante acciones sencillas como esta y en laboratorios y conferencias dedicadas a la agroecología, protege la cultura indígena y la biodiversidad local. Los productos que se cultivan en los huertos son utilizados por la propia comunidad y se venden en el mercado agrícola del distrito.

La defensa de la biodiversidad marina mediante el consumo responsable

Comunidad Slow Food por la pesca sostenible de Bocachica (Colombia)

Nacida dentro del proyecto Slow Fish Caribe, la comunidad de Bocachica fue la primera en Colombia. Bajo el liderazgo de Slow Food Cartagena, un grupo de pescadores, pescadoras, cocineros tradicionales y productores locales decidieron trabajar juntos para la transformación de su propio territorio, mediante la defensa de la biodiversidad y el fomento del consumo responsable. La comunidad está compuesta por otro centenar de miembros pertenecientes a asociaciones de pescadores, mujeres emprendedoras y una unidad productiva del Servicio Nacional de Aprendizaje (SENA). Organizan talleres para consumidores y pescadores, degustaciones, laboratorios y buscan principalmente facilitar el diálogo con las instituciones sobre la protección del ecosistema caribeño.

(https://www.slowfood.com/es/en-bocachica-se-creo-la-primera-comunidad-de-pesca-sostenible-de-colombia/)

La primera comunidad de la red indígena en Filipinas

Comunidad Slow Food Kalinga de Pasil (Filipinas)

Es la primera comunidad Slow Food indígena filipina. Después de unos diez años de colaboración con la asociación, la comunidad de los indígenas Kalinga encontró oficialmente su lugar en el panorama internacional de Slow Food, con una atención renovada sobre la diversidad y la cultura de la comida. Los más de 138 miembros de la comunidad defienden el ecosistema y el patrimonio gastronómico local y cultivan mediante el sistema de terrazas en alturas diferentes variedades de arroz, entre los cuales se encuentran el Chong-ak (a bordo del Arca del Gusto desde el 2009 y actualmente en fase de preparación para convertirse en Baluarte) o el Unoy, que da nombre a la asociación de cultivadoras de arroz, la Unoy Pasil Terrace Association. Estas mujeres, miembros de una comunidad Slow Food aparte, son las primeras poseedoras del saber tradicional que regula la selección y la conservación de las simientes.

Construir bases culturales sólidas para crear cambios relevantes en la vida diaria

Comunidad Slow Food educativa gastronómica Etnea (Italia)

Educar, informar, contar y divulgar constituyen las bases culturales sólidas que pueden ayudar a que haya cambios relevantes en la vida de cada miembro y, por tanto, también en la comunidad a la que pertenecen. Este es el principal objetivo de esta comunidad siciliana que, gracias a la actividad de 29 personas, ha conseguido integrar a la red estudiantes, profesores, productores, cocineros, consumidores e instituciones a través de la valorización de la inmensa biodiversidad etnea y la cultura local. Entre las principales actividades encontramos foros de aprendizaje, laboratorios del gusto, encuentros con productores, eventos divulgativos, y sobre todo encuentros muy “sabrosos” para compartir la cocina con las familias.

La educación en el gusto y la sensibilización de los consumidores

Comunidad Slow Food para la educación y la sensibilización alimentaria en Moscú (Rusia)

Compuesta por 10 personas, esta comunidad, que forma parte de la red de Terra Madre desde el 2004, tiene como objetivo principal la sensibilización de los consumidores y la conservación de las tradiciones, especialmente entre niños y jóvenes, a través de los proyectos de Slow Food. Entre las actividades principales, destaca la creación de una rama educativa muy variada, destinada a mayores y pequeños, para hacer que los consumidores sean siempre capaces de hacer elecciones conscientes sobre la comida, escogiendo productos buenos, limpios y justos, pero también sabiendo proteger la diversidad local.

Una comunidad para el fomento del turismo bueno, limpio y justo

Comunidad Slow Food para la conservación del patrimonio alimenticio local (Rumanía)

La comunidad se centra principalmente en valorar el territorio y su diversidad a través del desarrollo de un turismo ecosostenible y consciente que sigue los principios de lo bueno, limpio y justo, y que protege el patrimonio gastronómico y cultural de la zona que circunda el pueblo de Viscri. Entre las actividades principales de los 10 miembros de la red encontramos trazar, apoyar, proteger y promover proyectos (y con ellos los diferentes productores artesanales, agricultores y cocineros) en esta zona de Transilvania; lo hacen organizando rutas guiadas y laboratorios del gusto, creando redes con las otras comunidades locales y favoreciendo el redescubrimiento, por parte de los propios ciudadanos, de la enorme variedad de productos locales que representan la verdadera riqueza del territorio.

Únete al movimiento. Crea tu comunidad Slow Food

https://www.slowfood.com/our-network/slow-food-communities/

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