Cada grano es cielo, tierra y sudor: en recuerdo de ByungSoo Kim

Con profunda tristeza anunciamos la muerte de ByungSoo Kim, un querido amigo de Slow Food, quien ha muerto a la edad de 56 años después de batallar con una enfermedad. ByungSoo fue un protagonista de los mas apasionados y activos de toda la red global de Slow Food. Todas las personas que tuvieron la suerte de conocerlo, recordaran su energía, su deseo por vivir y compartir.

Incluso antes de volverse el fundador de Slow Food en Corea del Sur, ByungSoo fue uno de los protagonistas de comida en su país, habiendo en gran medida iniciado el movimiento de comida orgánica. El fue siempre un activista defendiendo los derechos y la sostenibilidad en el primer plano. Conoció nuestro movimiento en el año 2007 y en menos de 10 años logro crear una de las más fuertes y confiables organizaciones de Slow Food en el mundo. Fue una fuente de inspiración y de guía para la red Asiática, ayudándola a fortalecerla a través de la creación de muchos convivía de Slow Food no solamente en Corea del Sur.

Nosotros recordaremos su perspicacia, su sonrisa, su vida, su altruismo, su idealismo y su inteligencia. Recordaremos la pasión con la cual el defendió el futuro de su país al preservar su biodiversidad, al promover una agricultura mas limpia y saludable en cada nivel. Lo recordaremos también a través de sus propias palabras, tomadas de nuestro almanaque en donde habla de comida, tierra y el alma. Descansa en paz, ByungSoo.

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Cada grano es cielo, tierra y sudor
Corea, AsiO Gusto (Slow Food Asia Pacific festival) 2013. El tema principal de la conferencia internacional celebrada en aquella ocasión era “alimento y espiritualidad”. Cuando elegí el tema pensé que no debía de ser fácil explicárselo a la gente. En efecto, la palabra espiritualidad es muy ideológica, subjetiva y se presta a múltiples interpretaciones. Sin embargo, para mi sorpresa, todo lo que habíamos organizado en relación con este tema fue de gran interés para las delegaciones provenientes de diferentes países. Contrariamente a lo que yo entonces pensaba, AsiO Gusto me ha demostrado que los pueblos orientales aún creen que los seres humanos forman parte de la naturaleza y que los alimentos que ellos consumen para vivir han de ser considerados como un don. Pese a que en sus países el fast food, el junk food y los OGM estén a la orden del día, y aunque el estilo de vida actual sea frenético, son conscientes de ese contacto y de esa profunda relación con la naturaleza.

No hay que desperdiciar ni un solo grano de arroz
Aunque hayan pasado ya muchas décadas, recuerdo todavía un episodio de mi juventud, una historia relacionada con mi abuelo. Una mañana, mientras se preparaba para ir al trabajo, se sentó junto al pozo y con los palillos recogió uno por uno aquellos granos de arroz que habían ido a parar al canal del desagüe. Los lavó con agua y después la bebió. Mi abuela, que había asistido a la escena, afirmó que haría todo lo posible para no desperdiciar de nuevo ningún grano de arroz. A lo que mi abuelo respondió: «¿Cómo podemos desperdiciar un solo grano de arroz cuando nuestra tierra está bajo dominio japonés y muchos a duras penas sobreviven comiendo hierbas y cortezas? Nosotros al menos tenemos el arroz». Desde aquel momento mi familia no desperdicia nunca el arroz; ninguno de nosotros y ninguno de nuestros huéspedes dejamos un solo grano en el cuenco. Para un coreano, así como para los pueblos orientales, el arroz es el alimento fundamental y entraña significados históricos, económicos y culturales.

En Corea su cultivo comenzó hace más de 10.000 años. Hemos aprendido y creemos que cada grano de arroz contiene el cielo, la tierra y las personas. Para producir un grano de arroz el cielo nos concede la lluvia y nos da el sol siempre que hace falta. También es necesario un poco de viento. Pero no sólo se trata de la natura- leza, sino que también es la dura labor del
agricultor diligente, que la comprende y la respeta, lo que permite cosechar un alimento tan delicioso. Los ancianos sostienen que los productos agrícolas pueden ser cultivados escuchando los pasos de un agricultor. Por eso, aparte del cielo y de la tierra, cada grano de arroz encierra también el sudor, el corazón y el alma del campesino. Esta es la razón por la que todos los que comen arroz no solo sobreviven, sino que además son felices.

El alimento de los templos
Hoy en día las diferentes operaciones a las que se somete el arroz lo privan de una capa de piel demasiado espesa, lo blanquean en exceso y desperdician una enorme cantidad de alimento y de nutrición. El arroz integral, el hyeonmi, es menos refinado y contiene elementos beneficiosos para la salud, sacia más y no malgasta la dura labor de los agricultores.

En el pasado, cada familia coreana poseía un recipiente llamado jomdori. Al final de la cocción una cierta cantidad del arroz se reservaba en su interior y después se compartía con los pobres o se donaba a los monjes de los templos. También el arroz que se cosechaba se distribuía entre los vecinos pobres o se daba a los templos. En el origen de esta tradición subyace la idea de que todos los alimentos son un precioso don heredado de la naturaleza y del cielo, y la convicción de que todos nosotros formamos parte de la naturaleza. La comida está estrechamente vinculada con nuestra vida espiritual. Todo el mundo sabe que en los templos budistas no se utiliza ni carne ni pescado cuando se prepara una comida, pero no todos saben que tampoco se usan alimentos como las cebolletas, cebollas, puerros o ajos. Los monjes, en efecto, están convencidos de que tales ingredientes originan confusión y dan lugar a terribles pensamientos que obstaculizan la meditación.

El budismo enseña que la comida ejerce una gran influencia sobre la salud del cuerpo y del espíritu. Muchas de estas enseñanzas se están hoy perdiendo progresivamente al tratar la comida como si fuera solo una mercancía. En vez, toda la comida tiene su origen en cinco elementos. Por ejemplo, el té es agua, el trigo es tierra, los alimentos fermentados son el viento, todo lo que se hace a la brasa es el fuego. Y los campesinos, los pescadores, los cocineros y los productores de alimentos tradicionales – el quinto elemento – son los que entienden profundamente estos elementos de la naturaleza y dan vida a productos agrícolas y alimenticios y a deliciosos platos.

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