Cinco mil personas en todo el mundo han aceptado el reto de Slow Food y se han divertido, a la vez que esforzado, con el objetivo de proteger nuestro planeta y renovar las alarmas sobre el clima. Lo primero que queremos hacer es dar las gracias a todos y cada uno de los socios, activistas, cocineros, agricultores, ganaderos, docentes y niños que han escuchado, compartido y promovido nuestro llamamiento demostrando que juntos debemos, y podemos, frenar el cambio climático y mitigar sus efectos, empezando directamente por aquello que ponemos en nuestros platos.
Durante toda una semana, caracoles de todo el mundo se han esforzado llevando a cabo diversas acciones, símbolos que realmente marcarían un punto de inflexión si se convirtieran en una costumbre: no malgastar ni una miga de pan y reutilizar siempre las sobras, consumir solo comida local y, si fuera posible, procedente de sistemas ecológicos o lo más sostenibles posible; durante una semana, simbólicamente, no comer carne para aprender a comerla menos y a elegirla según el tipo de cría, teniendo siempre en cuenta el hecho de que en Occidente realmente se come demasiada carne.[1]
Junto a Indaco2, y gracias a ellos, hemos calculado el ahorro de emisiones obtenido de la participación en los retos propuestos. El resultado ha sorprendido a todo el mundo: ¡juntos, hemos ahorrado 63 toneladas de emisiones! Por así decirlo, es como si hubiéramos evitado recorrer 175 000 kilómetros en un automóvil, ¡alrededor de 4 vueltas a la circunferencia terrestre! Buen trabajo, ¿verdad?
Además de cocinar durante siete días deliciosos manjares con productos locales, de temporada y sostenibles o reducir a cero el despilfarro, hemos pedido a varios participantes que compartan sus retos mediante sus redes sociales para alcanzar y sensibilizar a más personas en el mundo.
No ha sido fácil elegir a los ganadores porque todos los participantes se han comprometido muchísimo. Por ello, os damos las gracias una vez más… Pero aquí tenéis los nombres de los ganadores del reto:
Aziza Sakenova es una joven profesora del pueblo Tokbai, en la provincia de Chui, Kirguistán. Conoció Slow Food mediante el programa “Institute for Sustainable Development Strategy”, y decidió inmediatamente entrar a formar parte de nuestra red. Desde aquel momento no ha parado y ha participado como delegada en Terra Madre 2018. Su entusiasmo ha resultado ser fundamental para la difusión de la campaña #FoodForChange a partir de sus propios estudiantes y de sus familias, que, felizmente, se han comprometido con estos tres retos propuestos. Durante la semana #FoodForChange ha involucrado también al comedor del colegio en el que trabaja, haciendo que durante siete días consecutivos se sirviera un menú lleno de productos locales y sin carne a más de 300 niños; al mismo tiempo, ha organizado para los mismos alumnos del colegio una visita al mercado agrícola para conocer de dónde viene su comida. «Nuestra intención es cambiar la visión de las personas, hacer que reflexionen e invitarles a que reduzcan el consumo de carne, de productos procesados y de comida importada. En Kirguistán hay de todo, pero por algún motivo la gente prefiere los productos importados de larga duración, a menudo a base de carne grasa. En el futuro, tenemos pensado crear una comunidad Slow Food a partir de nuestra escuela, cultivar un huerto y alimentos buenos, limpios y justos para todos». ¿Qué decís?, ¿Necesitamos más motivos, o podemos invitar a Anna a la próxima edición de Cheese? ¡Nosotros estamos deseando conocerla y aprender de ella!
El esfuerzo de John Kiwagalo, de la red Slow Food Young Network (SFYN) de Uganda, en cuanto a la participación y la difusión de la campaña Food for Change nos deja los ojos como platos: en el trascurso de una semana, John ha organizado una intervención en la radio ugandesa para hablar de la relación entre la comida y el cambio climático; y para difundir el mensaje de la campaña Food for Change ha cocinado platos de la gastronomía tradicional con productos locales, ha pasado un día entero con los productores del Presidio Slow Food del ñame trepador de Bukunja, ha recolectado fondos para financiar la campaña, ha involucrado a un colegio local y ha animado a un grupo de estudiantes a que compongan el siguiente poema:
It is time to change the menu, but we need to change our minds first.
We know that everyone needs food,
But we need food which is good clean fair and healthy to everyone,
That means we need food with biodiversity, most especially for the growing children.
We all need food but we don’t need food that is genetically manufactured food,
Because it has a lot of side effects to the human beings and all other livings including soil
We have no need of using chemicals in the process of growing food.
Ha llegado la hora de cambiar el menú, pero primero necesitamos cambiar de ideas.
Sabemos que todo el mundo necesita comida,
Pero necesitamos comida que sea buena, limpia, justa y saludable para todo el mundo.
Por ello necesitamos comida con biodiversidad, especialmente para los niños que están creciendo.
Todos necesitamos comida, pero no aquella que está genéticamente modificada,
Porque tiene muchos efectos secundarios para los seres humanos y para todos los seres vivos, incluyendo la tierra.
No necesitamos la utilización de elementos químicos para cultivar nuestra comida.
Un esfuerzo extraordinario, el de John, a quien hemos decidido premiar con una invitación a participar el próximo julio en Slow Food Nations, que, como siempre, tendrá lugar en Denver.
Beatrice Montanari es la tercera ganadora y será recibida en Bruselas por Slow Food Europe. Una joven activista de la red SFYN e implicada en la actividad de Slow Food Rávena, Beatriz es un caracol de verdad que se esfuerza cada día en hacer avanzar los valores de Slow Food. Lo ha demostrado tanto en la última edición de Terra Madre, así como durante la semana del cambio, cuando todos los días publicó un plato diferente ligado a los retos. Desde aquí, nos gustaría pasaros su mensaje:
«El cambio depende de nosotros y de las decisiones cotidianas sobre qué, cómo y dónde comer. Apoyar a Slow Food significa hacer cultura con la comida, salvaguardar los conocimientos indígenas y tradicionales, preferir la comida local y la gastronomía tradicional frente a la estandarizada. Apoyar a Slow Food significa construir relaciones con aquellos que producen con el corazón y respetando el ambiente del cual nos nutrimos.
¿Qué me llevo de Food for Change? Seguramente las ganas de continuar con nuestra lucha por la comida local, por la reducción del consumo de carne y la batalla en contra del despilfarro alimenticio. He visto cómo de grande es nuestra comunidad en el mundo: he visto chicos de la red SFYN cocinar desde Roma, México, Japón y estar todos en pie y en los fogones por un mismo sueño. Esta mañana he vuelto al mercado porque Food for Change no acaba hoy, sino que será un esfuerzo constante. ¡Gracias a todos por esta energía que nos habéis dado! ¡Esta es la mayor victoria!»
“Un viaje a Turín en septiembre de 2018 cambió radicalmente mi visión sobre los problemas del cambio climático, haciéndome entender el hecho de que la comida influye directamente sobre todos estos factores. Junto con personas de mi trabajo, trabajo como docente en un colegio, hemos decidido empezar a trabajar con los niños. Los niños son nuestro reflejo: hacen aquello que nosotros hacemos; y si desde el colegio les enseñamos a seguir la filosofía de Slow Food, mantendrán estos conocimientos durante toda su vida.
Hemos organizado un encuentro de residentes locales del pueblo, mujeres y hombres respetables que tienen una gran influencia sobre las generaciones jóvenes. La cena se desarrolló con platos nacionales a base de productos locales. Se presentaron además las actividades de Slow Food. En la siguiente etapa, visitamos el mercado local con los niños; aquí, los niños conocieron a los agricultores y sus productos: verduras y frutas frescas locales. El evento final fue la inclusión de toda la escuela en la semana #sincarne. La administración escolar y la asociación de padres ha apoyado esta idea. Durante una semana, el comedor escolar ha cocinado y servido platos sin carne; además, han notado que esto ha supuesto también un alivio económico.
Hemos pasado muchas horas dando clases sobre Slow Food: explicando a los padres que no todo lo que nuestros hijos comen es beneficioso, y también hemos hablado de los peligros de la comida rápida. Los niños participan en las clases y los eventos con mucho interés”.