Desde la caída de la Unión Soviética en la década de 1990 y, por consecuencia, desde la perdida del primer proveedor de productos comestibles, los campesinos cubanos han incorporado métodos agroecológicos con el objetivo de alimentarse a ellos mismos y a sus paisanos de manera ambiental y económicamente sostenible. El gobierno cubano ha trabajado con miembros del sector agrícola para atraer a cubanos de diversos sectores hacia la agricultura y ha promovido la sostenibilidad y la agroecología como un camino hacia la autosuficiencia en el siglo 21.
Aunque estas ideas se popularizaron en Cuba sin la influencia de Slow Food, han resultado en una base perfecta para la formación de una red Slow cubana. Slow Food tiene una red en Cuba desde el 2004, la cual inició a través de estudiantes universitarios de agronomía en la Habana, y ha crecido desde los últimos 14 años tanto en la Habana como en el resto del país. Con Madelaine Vásquez Gálvez como directora, la red Slow en Cuba ha tenido mucho éxito, tanto que este año han decidido lanzar una red de Fincas Slow para apoyar y promover la agricultura a pequeña escala, diversificada, y agroecológica en la isla.
La red de Fincas Slow cubana -que cumple con la misión y las metas de Slow Food- se fundó con la intención de aumentar la visibilidad y el apoyo de la agricultura agroecológica en Cuba. Varios objetivos y metas de la red son: visibilizar las buenas prácticas; lograr intercambios de experiencias; garantizar la inserción de estas fincas en redes y proyectos internacionales con objetivos afines; promover visitas de agroturismo, participar en talleres y eventos nacionales e internacionales; potenciar el factor humano, mediante intercambios culturales, educación agroalimentaria, comunión familiar y rescate patrimonial, entre otros, que tengan como base la centralidad el alimento; favorecer la equidad de género y en el empleo; y promover y fortalecer la identidad local. La red también espera desarrollar varias actividades como talleres, visitas guiadas, docencia e investigación, categorización de productos para la Arca del Gusto, y promoción, apoyo, y realización de actividades propias de Slow Food Internacional.
En marzo, la red Fincas Slow incorporó la Finca Vista Hermosa como la primera finca categorizada, localizada en Guanabacoa en la provincia de la Habana. Desde ésta primera categorización, la comisión ya ha visitado tres fincas más, incluyendo la Finca del Medio en Taguasco, Sancti Spiritus, Finca la China en La Lisa y el Organopónico Vivero Alamar, ambas en la provincia de la Habana, y planifica evaluar más fincas en el futuro cercano. Aunque muchas de estas fincas están localizadas en la Habana, la red espera expandirse hacia la provincia de Artemisa en el oeste, Matanzas en el centro del país, y las provincias de Oriente.
Aurelia Castellanos, la coordinadora del proyecto Fincas Slow Cuba, afirma que la creación de la red ha sido un próximo paso lógico para Slow Food Cuba, especialmente dado el número de miembros campesinos. “[En Cuba] tenemos fincas orgánicas, tenemos fincas que usan la agroecología, pero en [el] caso [de las Fincas Slow], va un poco más allá, va a ser justo, va a ser que la producción sea justa para todos, temas que se conviertan en escuela para otros. Eso da [al campesino] un valor de reconocimiento y… esa categoría tiene un valor importante [como] por parte de eso serán producciones que serán verdaderamente sanas.”
Las fincas serán evaluadas por una comisión de miembros Slow, dirigida por Castellanos, compuesta por expertos en métodos agroecológicos y en la filosofía Slow. Para la certificación, un grupo de miembros de la comisión hace una visita evaluativa de la finca y los apuntes recolectados son analizados por la comisión entera para determinar si se cumplen los requisitos para la categorización Finca Slow. Las fincas son evaluadas en una escala de 100 puntos, usando 13 indicadores obligatorios y 5 indicadores opcionales. Deben recibir una nota de por lo menos 80 puntos para lograr la certificación de Finca Slow. Los indicadores incluyen la diversidad e integración de producción animal, vegetal, árboles frutales y maderables, el tratamiento del suelo, el uso de productos en el Arca del Gusto, el uso de energía renovable, el uso del agua, la equidad de género y la integración familiar.
Hablando del futuro de la agricultura cubana, Castellanos no tienen dudas sobre el rol que Slow Food Cuba tiene en la promoción de un sistema alimentario Slow, que -al final- tiene mucho en común con los sistemas propuestos durante el “Periodo Especial” de la década de 1990. “[Nuestra meta más grande es] que las personas sigan convencidas de la necesidad que tuvimos en los años 90 [de la agroecología por] no tener nada y [tener que] empezar de cero, que hay necesidad ahora que se convierta en verdad en posición, o sea, que no sea solamente por necesidad. Las personas cuando se den cuenta, como estamos viendo en estas fincas últimamente, [queremos que] estén convencidas que esto… es un proceso que no se puede dar marcha atrás. La gente tiene que convencerse ahora de lo importante que es tener fincas agroecológicas.”
Con el éxito de la primera certificación y las primeras evaluaciones, y con otras por delante, no hay duda de que las Fincas Slow ayudarán a lograr estas metas, y que servirán como ejemplo a otros campesinos- no solamente en Cuba sino también en el Caribe- de un camino bueno, limpio, y justo.