¿Cuál es el futuro de Slow Food? Esta es la pregunta sobre la que se discutió durante la jornada de trabajo y debate intensiva de la Cumbre de líderes que tuvo lugar durante Slow Food Nations 2019, un día dedicado a más de 350 activistas estadounidenses de Slow Food, así como a diversos invitados de Uganda, Kenia y Burkina Faso.
El objetivo de la jornada era ir más allá de las comunidades locales y conectar con el movimiento nacional y global, cuyo objetivo es la alimentación buena, limpia y justa. Era un día para hacer un paso atrás con tal de mirar hacia delante.
Todos hemos oído últimamente la alarmante predicción sobre el futuro de nuestro planeta de la que se habla en las noticias: solo nos quedan diez años para evitar el desastre. Pero ¿cómo puede contribuir Slow Food a darle la vuelta a esta situación? Con un elemento simple pero crucial: la comida. Si nos fijamos en los Objetivos de Desarrollo Sostenible que la Asamblea General de las Naciones Unidas estableció para el año 2030 destaca un elemento que todos ellos tienen en común… ¿adivinas cuál es? Exacto: la comida. Finalmente se reconoce de modo oficial lo que Slow Food ha estado repitiendo durante los últimos 30 años. Aun así, un informe reciente de la ONU muestra que más de 820 millones de personas en el mundo padecieron hambre en 2018 y aún se estima que más de dos mil millones de personas no tienen acceso regular a suficiente comida saludable y nutritiva. En otras palabras: queda mucho trabajo por hacer. Pero en este contexto alarmante, Slow Food está decidido a traer buenas noticias.
Partiendo de esta idea, todos los delegados participaron y aportaron sus ideas al debate sobre el futuro del movimiento.
La jornada empezó con una conversación de apertura sobre la tradición y la innovación en la que participaron Alice Waters (vicepresidenta de Slow Food International, chef, escritora y activista alimentaria de Berkeley, California), Ron Finley (un conocido jardinero guerrillero de Los Ángeles) y Paolo Di Croce (Secretario General de Slow Food International). En la conversación se hizo énfasis en el importante trabajo que lleva a cabo Slow Food y en cómo cada uno de nosotros tiene el derecho y el deber de cambiar el sistema alimentario actual a través de simples hechos, como nuestra elección diaria de alimentos. Los delegados de Turtle Island, una parte integral del movimiento Slow Food, también compartieron sus estrategias e ideas sobre el futuro del movimiento y seguirán ampliando el debate en octubre, cuando se celebre el Terra Madre Indígena Asia y Pan-Pacífico en Japón.
«La visión de futuro que los activistas de Slow Food deben tener en mente es la de una comida buena, limpia y justa para todos», dijo Paolo di Croce. «Slow Food necesita nuevas comunidades, nuevos aliados y nuevas amistades a nivel local para poder crear la multitud que necesita para cambiar el sistema alimentario mundial, poco a poco, a un ritmo lento pero constante». Las conclusiones finales del día pusieron de manifiesto que el futuro del movimiento necesita seguir en esta dirección en parte también a través de las voces de los líderes jóvenes de Slow Food, como John Kariuki, de Kenya, y John Kiwagalo, de Uganda. Su dedicación y pasión creó resultados positivos concretos en sus países.
Y esa es la gran fortaleza de Slow Food: estamos en todas partes. Puede que las grandes empresas controlen los grandes canales de comunicación, pero los activistas de Slow Food pueden hablar directamente con la gente de todo el mundo para mostrar su pasión, sus historias y su compromiso y explicar por qué Slow Food es esencial para el futuro del planeta. Nosotros podemos cambiar el planeta, uno a uno. Slow Food ya sabe cuáles son los ingredientes necesarios para lograr un cambio positivo y está trabajando en ellos: el mensaje correcto, una red de productores a pequeña escala, unos consumidores conscientes y unas políticas de alimentación sostenible. Tan solo podremos asegurar nuestro futuro si logramos grandes resultados en cada uno de estos aspectos.
Uno de las actividades más importantes de Slow Food es la educación alimentaria en las escuelas. Mediante la educación de las generaciones más jóvenes se crean los líderes del futuro. Slow Food necesita a líderes jóvenes emergentes que estén listos para entrar en juego y hacer que se oigan sus voces para lograr un sistema alimentario más sostenible.
¿Y qué sucederá con el futuro de Slow Food en Estados Unidos?
Slow Food necesita una red más grande y fuerte, que esté lista para colaborar en proyectos y acciones concretas. Anna Mulé, la Directora Ejecutiva de Slow Food EE.UU., afirmó: «Slow Food necesita ser una asociación única y fuerte en Estados Unidos. Slow Food no tiene núcleos aislados: cada sección forma parte de Slow Food Estados Unidos y necesitamos trabajar juntos para convertirnos en un movimiento fuerte. Primero necesitamos que nuestras raíces crezcan mediante el fortalecimiento de nuestro liderazgo y de nuestros proyectos. Luego deben crecer las nuevas ramas de Slow Food para que alcancen a nuevas personas. Están empezando a aparecer nuevos líderes jóvenes, tanto es así que esta noche la SFYN [la Red de Jóvenes de Slow Food] se presentará oficialmente en Estados Unidos».
Dentro de diez años puede que estemos agradecidos por haber cambiado nuestros hábitos y por haber ayudado a salvar el planeta, o puede que lamentemos haber ignorado las advertencias. En este periodo de cambio podemos tomar parte de un modo muy simple, a través de nuestras elecciones alimentarias diarias: comprando alimentos locales y de temporada, comprando en el mercado de agricultores más cercano, siendo curiosos y haciendo preguntas. Es así de simple. Slow Food está trabajando para lograrlo y, tal y como alguien ha dicho hoy mismo, Slow Food es libertad… Slow Food es vida.