Nuestro planeta produce alimentos en gran escala y a su vez desperdicia en la misma proporción.
La Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) estima que a nivel mundial un tercio de los alimentos producidos para el consumo humano se pierde o desperdicia, lo que constituye alrededor de 1.300 millones de toneladas al año del total producido que van directo a la basura. Las cifras son alarmantes y las consecuencias para el planeta también. Así mismo, la FAO revela que el 6 % de las pérdidas mundiales de alimentos se da en América Latina y el Caribe, equivalente aproximadamente al 15% de los alimentos disponibles en esta región.
De igual manera, en Colombia la situación no es alentadora. Con una oferta nacional de alimentos de 28,5 millones de toneladas, se desperdician 9,76 millones de toneladas, lo que equivale al 34% del total producido, de acuerdo al último estudio sobre el desperdicio de alimentos realizado por el Departamento Nacional de Planeación (DNP) en el año 2016. Los colombianos dejan perder en sus platos o en sus alacenas 1,5 millones de toneladas de comida al año, que equivale a 32 kg por persona y representa el 15,6 % del total de la producción anual de los alimentos del país.
Algunas de las causas atribuidas a esta problemática según el DNP, son la falta de prácticas agrícolas y pecuarias adecuadas para el tratamiento de los alimentos, fallas técnicas e ineficiencias en procesos como el transporte, almacenamiento y distribución, además, de la falta de conocimiento y mayores capacidades para el buen manejo de los productos. En consecuencia, el mayor reto del país está en crear y fortalecer los sistemas de producción más eficientes y sostenibles en las primeras etapas, con el fin de aprovechar el potencial agrícola. También el desafío está en concientizar a los consumidores finales.
Aunque la prevención y la reducción de pérdidas y desperdicios de alimentos implica un trabajo de sensibilización, formación, movilización y compromiso de los productores, procesadores, distribuidores y consumidores a nivel local, departamental y nacional para realizar un manejo adecuado de los alimentos, actualmente Colombia avanza convirtiéndose en el primer país de América Latina en tener una política pública para prevenir las pérdidas y desperdicios de alimentos. Esta reciente ley prohíbe botar los alimentos aptos para el consumo humano que no lograron ser comercializados y se promueve donarlos a organizaciones sin ánimo de lucro que atienden población vulnerable.
Así como a nivel estatal se avanza en la legislación para mitigar la precariedad en la alimentación de niños y familias de escasos recursos en el país, la sociedad civil también está desarrollando iniciativas en todo el territorio nacional (desde los Bancos de alimentos hasta las aplicaciones móviles) para crear la sensibilización a los consumidores sobre el impacto que genera el desechar alimentos tan solo por su apariencia, color o tamaño.
En este contexto, y para incrementar el nivel de concientización de los consumidores, los jóvenes universitarios del III semestre de la Escuela de Nutrición de la Universidad Industrial de Santander (UIS) apoyados por los jóvenes de Slow Food Bucaramanga llevaron a cabo una acción antidesperdicio, llamada Disco Sopa. Una Disco Sopa es un evento donde jóvenes voluntarios se reúnen para recoger, lavar, cortar y cocinar restos de comida (normalmente, excedentes de los mercados de agricultores) o cualquier comida que se vaya a desperdiciar, por ejemplo, aquella que se desecha por no cumplir con los estándares estéticos comerciales. Es también un evento artístico y musical que une a gente joven, estudiantes, niños, mayores, cocineros y a todos los defensores de esta batalla contra el desperdicio de alimentos.
Esta jornada de movilización social convocada y desarrollada por jóvenes universitarios y voluntarios en la ciudad de Bucaramanga, logró a manera de fiesta, no solo rescatar grandes cantidades de alimentos – alrededor de 600 kg en un solo punto de comercialización – sino visibilizar la situación actual (a nivel global nacional y local) a un grupo de 300 personas, las cuales algunas de ellas se han sumado para continuar con esta labor del rescate y recuperación de alimentos en la región. Es importante señalar que tanto el sector público como el privado deben articularse para establecer objetivos creíbles, alcanzables e intervenciones efectivas principalmente desde la prevención.
La Red de Jóvenes de SlowFood es un grupo de gente joven de entre 18 y 35 años que se ha reunido y conectado formando esta comunidad a través de su apoyo a la filosofía holística y fértil de SlowFood. La red llega a jóvenes de todo el mundo de 80 países diferentes. Esta red incluye a gente de diferentes orígenes, culturas y grupos demográficos que comparten con nosotros un objetivo común: contribuir a mejorar el sistema alimentario.