Hace 7.000 años los chinos comenzaron a criar gusanos de seda y la domesticación del arroz silvestre se remonta a hace 6.400 años. China es todavía hoy una antigua sociedad agrícola con una gran población rural y la agricultura representa un papel destacado en la economía nacional. En armonía con la naturaleza, la agricultura tradicional china integra la sabiduría, la cultura y la tecnología tradicionales, y ha contribuido a la formación de la cultura y de la civilización orientales.
Cuando en 1910 China comenzó su proceso de modernización y puso en marcha la industrialización y la urbanización del país, fue la China rural quien pagó en gran medida el precio del desarrollo económico. Fue el comienzo de la prosperidad pero también fue el inicio una crisis que ha causado progresivamente escasez y agotamiento de los recursos, contaminación ambiental, desequilibrios ecológicos, etc. El medio ambiente se ha hecho cada vez más vulnerable y las condiciones de los cursos de agua, de los suelos y de la atmósfera han empeorado incluso por encima de los niveles de seguridad. A la repercusión ambiental hay que añadir la repercusión social: los jóvenes han comenzado a emigrar a la ciudad dejando en casa a ancianos, mujeres y niños.
Ahora, afortunadamente, las cosas están empezando a cambiar lentamente y tras la fase de desmoronamiento se está alcanzando una de reconstrucción. El Nuevo Movimiento de Reconstrucción Rural sigue los pasos de la transformación social que un grupo de intelectuales chinos tratara de llevar a cabo en el país a partir de los años veinte del pasado siglo. Su objetivo consistía en relanzar el campo y las tradiciones rurales: solo de esta forma era posible lograr el éxito en el intento de levantar el país.
Con el tiempo y tras una intensa fase de experimentación sobre todo entre los jóvenes, la nueva reconstrucción rural ha entendido que es necesario innovar la estructura social agrícola radicalmente. Esta necesidad se materializa mediante la creación de cooperativas de agricultores que se organizan y gobiernan con plena autonomía. Para ello es fundamental el apoyo de los jóvenes que, a menudo, acuden voluntariamente a los municipios rurales para favorecer la formación de cooperativas y para promover el nacimiento de granjas ecológicas, el desarrollo de la agricultura biológica y la creación de eco-aldeas.
La nueva reconstrucción rural considera de gran importancia las prácticas agroecológicas, la búsqueda de un equilibrio sostenible entre naturaleza y agricultura, la conservación de la biodiversidad y por último, pero no por ello menos importante, ha confiado desde el principio en el sostén mutuo entre las áreas urbanas y las rurales, y en la posibilidad de establecer relaciones fructíferas entre agricultores y consumidores.
Todo esto se obtiene actuando en las universidades y alentando la intervención voluntaria de los jóvenes, potenciando los derechos de los campesinos y de los grupos socialmente desfavorecidos, ayudando a los trabajadores inmigrantes a integrarse en las áreas urbanas, pro- moviendo iniciativas de apoyo comunitario a la agricultura y contribuyendo a la regeneración de la cultura rural.
Precisamente en este contexto el Movimiento de Reconstrucción Rural y Slow Food han hallado un terreno fértil para la colaboración. Ambos colectivos se esfuerzan por conseguir un diferente sistema de producción y consumo, ambos adoptan un enfoque holístico para hacer frente a los problemas inherentes a la producción, al mercado y al consumo, ambos se interesan por la biodiversidad y la salvaguardia de las semillas y de las especies tradicionales. Y lo que es más importante, ambos se preocupan de las personas y de la pequeña escala.
Los productores y los consumidores han podido reunirse e intercambiar opiniones en el mercado campesino de Chongqing, que adopta principios análogos a los de los Mercados de la Tierra de Slow Food. Estamos comenzando a colaborar y comprendemos perfectamente cuáles podrían ser las dificultades principales en este sentido. En primer lugar, los niveles productivos de China son muy diversos –pasan desde un nivel ínfimo hasta la más alta cota de producción biológica–, con la consecuente complejidad en el etiquetado e incertidumbres por parte de los consumidores. Después se halla la dificultad de atraer a los jóvenes a las labores agrícolas, de conseguir que las familias mantengan unas tradiciones gastronómicas que parecen perderse a un ritmo impresionante.
Fomentando la aparición de estos merca- dos campesinos en el territorio sentimos hallarnos en el camino justo para restablecer un contacto y una relación de confianza entre quien consume y quien produce.