Una dieta biodiversa es una dieta sana

22 May 2022

Conservar nuestro valioso patrimonio de biodiversidad alimentaria y agrícola no solo es bueno para el medio ambiente y los ecosistemas, sino también para nosotros, y además es un modo de cuidarnos a nosotros mismos. 

La biodiversidad alimentaria, en otras palabras, la diversidad de las plantas, los animales y de los demás organismos que consumimos, contribuye de muchos modos a que una dieta sea saludable y variada.  

Hoy descubriremos cómo.  

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Nutrientes 

Los estudios de composición alimentaria demuestran que los niveles de micro y macronutrientes pueden variar enormemente de una especie a otra incluso entre cultivares de la misma especie. En concreto, las variedades silvestres tienden a ser más nutritivas que aquellas que han sido domesticadas.1  

Una mirada más cercana a la composición alimentaria a menudo puede revelar diferencias sorprendentes, unas diferencias que pueden tener implicaciones significativas para nuestra nutrición, permitiendo, por ejemplo, que los grupos vulnerables satisfagan sus necesidades nutricionales.2 

Por qué escoger las variedades nativas 

Para empezar, las especies autóctonas están mejor adaptadas a las condiciones medioambientales locales y, por eso, requieren menos insumos externos, como agua y productos para la protección de las plantas, que no hacen nada por nuestra salud y mucho menos por la de los agricultores 

Además, para defenderse de los factores de estrés medioambientales, como las altas temperaturas, las sequías y las heladas que causan la producción de radicales libres que dañan el ADN, las plantas utilizan mecanismos de resistencia que activan la producción de moléculas con propiedades antioxidantes.   

Polifenoles, el elixir de la larga vida 

Consumir especies de plantas autóctonas que han desarrollado defensas contra las condiciones medioambientales y los agentes externos implica reforzar el nivel de sustancias protectoras en nuestra dieta: los terpenos, las moléculas vitales, como los carotenoides y la vitamina E, los compuestos fenólicos, como los flavonoides, los alcaloides y los compuestos a base de nitrógeno y azufre han demostrado tener una acción antioxidante altamente efectiva.  

El consumo prolongado de polifenoles puede contribuir a reducir el riesgo de cáncer, cardiopatías, diabetes, osteoporosis y enfermedades neurodegenerativas, protegiendo el cuerpo del daño que los radicales libres pueden causar a nuestro ADN. Y lo mismo sucede no solo con las plantas, sino también con los alimentos de origen animal, cuyos valores nutricionales también varían mucho de una especie a otra. Algunos tipos de pescados indígenas son una fuente importante de proteína y contienen más vitaminas que minerales, como el hierro y el zinc, que las especies comerciales.  

Especialmente en los países en vías de desarrollo, comer más alimentos silvestres implica que la población puede tener una dieta más variada y equilibrada y mejorar la seguridad alimentaria, respondiendo a la crisis alimentaria actual y a la pérdida de soberanía.  

Baluartes de Slow Food: buenos, limpios, justos ¡y saludables! 

 width=Slow Food protege la biodiversidad mediante proyectos como el Arca del Gusto y los Baluartes. Además de medir las repercusiones económicas, medioambientales, sociales y culturales de estos proyectos, a lo largo de los últimos años, Slow Food, mediante la colaboración con universidades y laboratorios especializados en análisis nutricionales de alimentos de origen vegetal y animal, ha estado intentando cuantificar el efecto que puede tener el consumo de los productos de los Baluartes en la salud de los consumidores.  

La comparación de los productos del Arca del Gusto y los Baluartes de Slow Food con las variedades comerciales ha mostrado diferencias importantes en términos de nutrición, tanto para las especies vegetales como para las animales.  

Por ejemplo, la variedad de maíz negro español Millo Corvo tiene un alto nivel de antocianinas, unos pigmentos vegetales con unas notables capacidades antioxidantes y antiinflamatorias. Del mismo modo, las zanahorias Polignano, una variedad multicolor tradicional de la provincia italiana de Bari, en Puglia, tienen menos azúcar que las zanahorias comerciales, mientras que las zanahorias moradas Polignano, en concreto, tienen cuatro veces más de contenido antioxidante.  

Comer 100 gramos de zanahorias Polignano proporciona los mismos beneficios que comer 400 gramos de las zanahorias que habitualmente se venden en los supermercados.  

La lenteja Jura de Suabia, un Baluarte de Slow Food, tiene unas características sensoriales y nutricionales excepcionales, gracias a una feliz combinación entre el suelo, el clima y la habilidad agrícola local. Comparadas con las variedades internacionales, estas lentejas locales contienen entre un 15 y un 20 % más de proteínas y más del doble de fibra.  

 width=Lo mismo sucede con los alimentos de origen animal. Las gallinas de la Gascuña francesa se crían con una alimentación basada en pastos, y debido a esto y a las características específicas de la raza tradicional, su carne es casi tres veces menos grasa y contiene más proteínas y menos colesterol que el pollo medio de supermercado.  

Estos resultados muestran cómo la protección de la biodiversidad y el consumo de variedades y razas locales pueden ayudar no solo a proteger el medio ambiente y preservar las tradiciones culturales locales, sino también a impulsar la seguridad alimentaria y mejorar la salud de toda la población.  

El documento de posición de Slow Food «Nuestra salud, nuestro futuro: Nutrir la biodiversidad para sanarnos a nosotros mismos y al planeta» analiza el estado actual de nuestros sistemas alimentarios mundiales, así como el modo en que Slow Food está trabajando para promover dietas saludables. 

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