Un acto de resistencia, amor y fe
28 Sep 2015

Hemos entrevistado a César Augusto Acevedo, director del film La Tierra y la Sombra, una historia familiar que parte de la condición de los corteros de caña de azúcar en el Valle del Cauca, para ofrecernos un mensaje universal: el futuro que queremos comienza con el respeto por la tierra y por quien la trabaja.
¿Cómo nace la idea de este film?
Nace de un dolor personal, un grave luto que me ha conmovido mucho. Contar esta historia fue una necesidad incitada por la soledad y la confusión devenidas por la escisión de mi familia. Rodar el film ha sido para mí la mejor forma de afrontar el olvido y recuperar a las personas que más amaba: con este film autobiográfico quería hablar de mis orígenes, de mi vínculo con la tierra, con el Valle del Cauca, región donde el monocultivo de la caña de azúcar ha destruido campos, granjas, y obligado a las poblaciones a emigrar. He querido contar la destrucción de la tierra, la pobreza, las enfermedades, y demostrar que todo esto no es natural: la mía es una región donde sin problemas se acepta que el progreso pisotee a los seres humanos y a la naturaleza, y quería mostrar esta distorsión.
¿Entonces, has querido hacer un film de denuncia?
En realidad no pensaba en un film de denuncia, aunque, en efecto, el mensaje es muy político. Mi objetivo era estimular la reflexión a fin de que quien vea el film tenga la oportunidad de confrontarse con la realidad que vivimos en nuestro país. Y en particular mostrar los riesgos, el dolor que el progreso (entendido como crecimiento sin fin) crea: en primer lugar todas las emigraciones; obligar a las personas a abandonar su casa es inhumano. Después quería demostrar como la historia, la cultura, la memoria y la identidad de las personas están profundamente vinculadas a la tierra. Ciertamente, se trata de un film muy ligado a la cultura de nuestro país, pero el mensaje es universal: quería rescatar el heroísmo de los campesinos, no solo de mi país sino de todos los del mundo. He querido contar la lucha y la resistencia que acometen todos los días a través de su trabajo.
¿Cómo ha sido recibido el film?
Muchas personas me dicen que es un film humano y honrado, que le habla directamente al corazón, si bien la mayor parte no conoce la realidad política y social colombiana, el mensaje sí lo percibe. En esto influye seguramente el tema de la dificultad de mantener unida a una familia, pero he de decir que también el del valor de la tierra, de la identidad, ha sido escuchado y comprendido. Es un film muy empático, basado más en sentimientos que en acontecimientos. Al final plantea más preguntas que respuestas ofrece.
Creemos interpretar que no eres un fan del progreso, entendido como mero crecimiento y sin ninguna ética.
Bueno, me parece una idea paradójica ignorar a los seres humanos y destruir la naturaleza solo por intereses económicos y a beneficio de pocos. Sin respeto por las personas y por la tierra no se puede hablar de desarrollo, de progreso. Es un asunto que me interesa mucho, porque en Colombia se priorizan los intereses de las multinacionales, de los grandes propietarios de tierras, mientras los campos se vacían. Cada vez es más difícil vivir una vida digna en los campos, trabajar la tierra, porque los grandes terratenientes y las multinacionales están matando a los pequeños productores.
¿Ha habido reacciones por parte de alguna corporación, como la de los productores de caña de azúcar, o por parte de las instituciones, que puedan sentirse en entredicho a causa del contenido de tu historia?
Cuando comezamos a rodar, los ingenios azucareros, las empresas que transforman la caña de azúcar, se oponían al film y no nos permitían rodar los procesos de zafra y de transformación, fortalecidos por el hecho de que eran terrenos privados. Querían ocultar la contaminación del agua y la destrucción de la tierra que se deriva de este cultivo intensivo. No querían que filmáramos a los trabajadores porque este tipo de labor, en algún modo, está vinculada aún a la esclavitud por varios motivos: salarios mínimos y condiciones irracionales. Por eso hubimos de alquilar un terreno y reconstruir lo que había sucedido, cortar los cultivos de caña, construir una nueva casa, porque las casas fueron todas destruidas justo para permitir el cultivo intensivo de la caña de azúcar. Fue, en cierto modo, como reconstruir la historia de esta región y todo lo que se ha perdido. Durante el Festival de Cannes, cuando comenzamos a ganar premios, nos llegaron mensajes anónimos en los que se nos acusaba de mentirosos, de actuar con mala fe. Probablemente ni siquiera habían visto el film. Una anécdota: hace poco tiempo teníamos que realizar una proyección para los corteros de caña, pero hubo que cancelarla porque las grandes empresas dijeron que los corteros no podía ver el film. Filmes como este son un acto de resistencia, amor y fe; lo que pretendemos es hablar para que las personas tengan presente la cuestión de la tierra, pero también la situación de las gentes que viven esas condiciones.
¿Te has inspirado en alguien o en algo? Del film emerge una posición, un pensamiento político muy enérgico, entre otras cosas muy cercano a cuanto Slow Food trata de difundir. ¿A nivel político hay alguien que te haya inspirado, o todo viene directamente de tu experiencia vital?
Para mí es una respuesta a aquello que vivimos, estoy convencido de que no se puede permanecer indiferente frente a lo que está sucediendo. Es una cuestión ética, y por tanto hemos de luchar para que nos una algo más que la indiferencia. A través del cine intento relacionar a la gente para que piensen los unos en los otros y dejen a un lado el egoísmo. Creo que el medio cinematográfico es un potente instrumento para reflejar y reconstruir la memoria del pasado, y lo importante es que cada uno en su campo trate de generar cambios aun mínimos. Funciona, se pueden cambiar existencias, dar vida a pensamientos que sean más útiles. El apoyo de Slow Food es para mí muy valioso; tratamos de difundir un mensaje común. Pienso que es maravilloso lo que hacen ustedes respecto de la tierra, cómo proponen otro tipo de producción alimentaria, llamar la atención sobre aquello que comemos.
¿Según tu opinión, cuál es el futuro de Colombia? ¿Se llegará finalmente a un acuerdo y a la paz?
En Colombia está en marcha desde hace tiempo, y se está concluyendo, un proceso de paz, un diálogo con uno de los principales grupos armados del país. Colombia ha vivido un conflicto que ha durado más de 50 años, y por primera vez funcionan las negociaciones, aunque hay muchos adversarios que no quieren que se alcance la paz: son cuantos viven de la sangre y de los muertos. Por otra parte, me temo que se haya creado mucha adicción: nos hemos habituado a los robos y a los homicidios, perdiendo así nuestra identidad. Pero ahora creo que nos hemos cansado de muertes y violencias, estamos viviendo un momento fundamental: tenemos la oportunidad de saber si somos capaces de reunirnos y reconocernos como hermanos a través del diálogo, o si continuarán los baños de sangre. Yo apuesto por la paz, porque hay gente que sufre el flagelo de la sangre, sobre todo en los campos, como si el país se hubiera incivilizado y muchas de las voces obligadas a callar, olvidadas. En su lugar, creo que es necesario continuar buscando la paz, y esperamos alcanzarla y terminar con esa cortina de humo que es la guerrilla. De hecho, el estado colombiano se ha servido del conflicto para ocultar sus responsabilidades, para confundir negligencia, políticas distorsionadas, corrupción y pobreza. La paz no se alcanzará mañana, pero hay que dejar de lado tanta indiferencia.
¿Estás pensando ya en el próximo film?
Desde 2013 vengo escribiendo un guión sobre la violencia del conflicto en mi país, también vinculado a la tierra, buscando sin embargo un carácter poético. Será la historia de algunos fantasmas, que emprenden un camino hacia el cielo reconstruyendo su historia familiar y su historia de violencias. Es una reflexión sobre como el conflicto es no solo del cuerpo sino también del espíritu. He querido aportar un punto de vista diferente: el de la muerte, porque en mi país estamos habituados a pasar página de immediato y se olvidan fácilmente las voces que han sido calladas. Y yo quiero hablar de las víctimas y de un tema que me interesa mucho, que es el silencio de Dios. Pero veremos qué sucede.
Michela Marchi y Andrea Amato
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