Tenemos que seguir hablando de TTIP

01 Ago 2015

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Si se retrocede el reloj un par de años, muy poca gente había oído hablar de la Asociación Transatlántica para el Comercio y la Inversión (TTIP por sus siglas en inglés) o las negociaciones que la rodean. Fue un acuerdo de comercio reservado para políticos, economistas y los entendidos del tema. Irónicamente fue esta falta de transparencia lo que ha puesto el TTIP en el radar de la sociedad civil y los medios de comunicación global, dando lugar al movimiento mundial en contra del Tratado que hoy estamos presenciando.

En los últimos meses, las manifestaciones contra el TTIP (y otros acuerdos comerciales) han tenido lugar en toda Europa, incluyendo un Día de Acción Global el 18 de abril. Además, 2,3 millones de personas de toda Europa han firmado la autoorganizada petición Iniciativa Ciudadana Europea (Stop TTIP) para que el TTIP sea descartado.

¿Pero qué es el TTIP? ¿Y por qué importa?

El TTIP es un acuerdo entre los Estados Unidos de América y Europa que podría crear la zona de libre comercio más grande del mundo. Como los aranceles entre la UE y Estados Unidos ya son bajos (en promedio sólo el 4%), gran parte de la atención de este acuerdo recaerá en regulaciones, barreras no arancelarias y trámites burocráticos. Han surgido preocupaciones, no sólo sobre el secreto y la falta de transparencia de las negociaciones, sino también con respecto a las implicaciones de tal acuerdo en varios aspectos de la vida cotidiana; desde los derechos en el trabajo y los servicios públicos, a la protección del medio ambiente y los alimentos. La Comisión Europea ha tranquilizado repetidamente a los ciudadanos de la UE asegurándoles que no comprometerá las normas europeas. Pero llegar a un acuerdo requerirá compromisos, ¿cómo podemos estar seguros de que el TTIP no dará lugar a la disminución de los estándares en ambos lados del Atlántico?

Muchos también creen que el acuerdo elevará a los intereses corporativos por encima de los intereses nacionales, dando nuevos poderes a las empresas para demandar a los gobiernos. Quizás uno de los aspectos más controvertidos del acuerdo es el Arbitraje de Diferencias Inversor-Estado (ISDS por sus siglas en inglés), un conjunto que daría a los inversionistas extranjeros el derecho a demandar a los Estados en los tribunales de arbitraje privado por cualquier acción que pueda dañar sus expectativas de ganancias. Por ejemplo, esto permitiría a una empresa demandar a un gobierno por introducir requisitos medioambientales.

El 8 de julio, el Parlamento Europeo se reunió en Estrasburgo, donde, con 436 para 241 votaciones a favor y 32 abstenciones, los diputados pudieron aprobar una resolución sobre sus recomendaciones para las negociaciones de la Comisión. Muchos vieron el resultado de la votación como una clara muestra de apoyo del Parlamento hacia el acuerdo comercial. Con respecto al ISDS, un compromiso entre los socialistas y el Partido Popular Europeo ha disminuido la severidad de la cláusula, aunque su significado fundamental no ha sido cambiado.

Antes de la votación, las firmas de la petición Stop TTIP habían sido presentadas a los diputados en forma de carta, representando 483 organizaciones, entre las que se incuye también Slow Food. La carta hace un llamamiento a todos los miembros del Parlamento Europeo «a tener en cuenta la declarada voluntad de 2,3 millones de ciudadanos al considerar su posición y así emitir una fuerte resolución que pide detener las negociaciones del TTIP sobre la base del mandato de negociación actual.” Parece ser que la pasaron por alto. La sociedad civil reaccionó diciendo que la votación había sido una oportunidad perdida para detener el TTIP socavando la democracia, los estándares sociales y medioambientales, y añadiendo que el compromiso no había hecho nada para abordar los problemas fundamentales del ISDS.

Sin embargo, con las negociaciones actuales, la sociedad civil aún tiene un papel crucial que desempeñar en el proceso: es esencial que se mantenga la fuerza y la presencia de esta resistencia pública…

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