Slow Food desde China emplaza a toda la red «Cambiemos el sistema alimentario, paremos el cambio climático»
29 Sep 2017
Desde su Congreso Internacional Slow Food lanza “Menú para el cambio”, la receta de Slow Food para atenuar el cambio climático.
«Todos estamos involucrados: el cambio climático es una crisis presente que requiere el esfuerzo común de toda la humanidad. Cada una de nuestras decisiones marcará la diferencia, porque la suma de nuestras acciones individuales es el motor del cambio». En buena compañía, Carlo Petrini reafirma que el calentamiento global es una realidad, no compete a un futuro indefinido, es una certeza presente: «Para Slow Food es un deber ocuparse del cambio climático: no existe calidad alimentaria, no existe bondad sin respeto por el medio ambiente, los recursos y el trabajo».
Slow Food lanza hoy en todo el mundo “Menú para el cambio”, la primera campaña de comunicación y recogida de fondos internacional que vincula la alimentación y el cambio climático.
Las emisiones agrícolas de producción vegetal y animal se encuentran entre las principales fuentes de emisión de gas invernadero, entre ellas anhídrido carbónico (CO2), metano (CH4) y óxido nitroso (N2O): la agroindustria es una de las primeras causas del calentamiento del planeta, mientras que las primeras víctimas de esta catástrofe anunciada son la agricultura rural, las economías pastoriles y la pesca artesanal.
Se necesita mucha imaginación para idear las alternativas posibles y construir nuevas soluciones. Con “Menú para el cambio” Slow Food quiere demostrar que justamente a partir de la alimentación cada uno de nosotros puede y debe marcar la diferencia para frenar este fenómeno cuyas soluciones no pueden ser pospuestas: hay que actuar ya. Y nosotros lo haremos a nuestro modo: relatando las respuestas de nuestra red y cómo Slow Food sostiene y da valor a este sistema de producción alimentaria, practicado en armonía con los recursos de la naturaleza, bajando al terreno para defender la biodiversidad, con la educación alimentaria y medioambiental, sensibilizando a todos los actores de la cadena alimentaria y tratando de influenciar la política a todos los niveles.
Ya no tenemos tiempo: Harvey, Irma, la absurda sequía que sofoca nuestro país, las trombas de agua que nos sorprenden en nuestro sueño, las vendimias anticipadas, el colapso de las producciones, la falta de hierba fresca o el regreso anticipado de los pastos de altura, la acidificación y el aumento de nivel de los mares, la presencia de animales antes inexistentes a determinadas latitudes, la desertificación y el progresivo empobrecimiento de los suelos, son el rostro del cambio climático. No son eventos récord a registrar en los anales, son la normalidad que nos espera. Y las causas hay que buscarlas en la actividad antrópica y sobre todo en las emisiones de gas de origen fósil.
El sector agrícola es responsable del 21% (FAO 2015) de las emisiones totales, frente al 37% del energético, el 14% de los transportes y el 11% de la industria. En el seno del sector agroalimentario la fuente principal de gas invernadero es la fermentación entérica, a causa del metano que se forma en la fase de digestión de los alimentos, que por sí sola totaliza el 40% de todo el sector agrícola. A continuación se halla la distribución de fertilizantes sintéticos: 13% de las emisiones agrícolas (725 Mt CO2 eq.).
Y la cuenta a pagar es altísima, sobre todo en algunas zonas del mundo. «No obstante ser de los menores productores de gas invernadero, África y los países más débiles son los primeros en pagar las consecuencias del calentamiento global. Los cambios extremos de los modelos metereológicos afligen sobre todo a campesinos, pastores y comunidades indígenas y aumentan la pobreza y la inseguridad alimentaria. En Kenia, mi país, las comunidades de pastores son las más afectadas y muchos de ellos se ven obligados a emigrar. Si no se toman en seria consideración medidas de atenuación y adaptación, la situación no podrá sino empeorar. En África y en todo el mundo esta es la labor que está realizando Slow Food mediante la promoción de la agroecología, la defensa de la biodiversidad, codo a codo con los productores en el campo. Mucho está por hacer y Slow Food no puede vencer en solitario» interviene John Kariuki, vicepresidente de la Fundación Slow Food para la Biodiversidad.
También en Italia el sector agrícola es emisor neto de gas invernadero y contribuye con cerca del 7% a las emisiones nacionales. Y también en Italia los efectos del cambio climático socavan nuestras producciones más valiosas.
«La reducción de emisiones no puede ser ya un asunto que podamos diferir, es una obligación. Y todos debemos intervenir: eliminemos por completo los residuos, sobre todo alimentarios. Tratemos de favorecer a los productos de proximidad, de comer poca carne y evitar la que nos llega de producciones intensivas. Y después planteémonos unas pocas y sencillas preguntas: ¿cómo se han producido los alimentos que comparto con mi familia? ¿De dónde vienen? ¿Cuánta energía y cuánta agua han necesitado? Slow Food trabaja para divulgar este conocimiento y para dar valor y sostener aquellas producciones que optan por prácticas agrícolas y productivas resilientes y ecológicas, las únicas que pueden contribuir a la atenuación y la adaptación al cambio climático. Ayúdanos a llevar a cabo nuestros proyectos, incluso una pequeña donación puede marcar la diferencia», concluye Carlo Petrini.
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