Slow Food contra el Tratado UE-Mercosur

En mayo de 2021 Slow Food participó en un debate entre la sociedad civil y los eurodiputados sobre el impacto social y medioambiental del Tratado UE-Mercosur.

El Tratado UE-Mercosur es un acuerdo comercial por el que la UE importa productos básicos como carne, soja, minerales y combustible a cambio de productos de alto valor añadido y tecnológicos, como automóviles, productos químicos y agroquímicos, exportados a países sudamericanos.

De nuevo un acuerdo que favorece los intereses de los terratenientes y las grandes corporaciones, y que conlleva una serie de externalidades en cuanto al acceso al agua, la tierra y las semillas para los pueblos indígenas, los campesinos y los agricultores familiares. Un acuerdo que va en detrimento de la biodiversidad y la cultura alimentaria, la soberanía alimentaria, el acceso a los alimentos -solo en 2020, el hambre aumentó un 28% en Brasil, después de que el país hubiera abandonado el Mapa del Hambre en 2014-. La amenaza a los derechos de los trabajadores, las mujeres, los inmigrantes y los refugiados cuya mano de obra se emplea en condiciones similares a la esclavitud en los latifundios representa otro contrapunto presentado por las organizaciones que forman parte de la coalición contra el Tratado.

En la Amazonia, el Cerrado, el Pantanal, la Pampa y el Gran Chaco, la deforestación y la concentración de la tierra en manos de un grupo cada vez más restringido de grandes terratenientes no deja de aumentar: en Brasil el 1% controla el 50% de la tierra y en Argentina menos del 1% controla el 34%, según los censos de 2017. En Brasil, en particular, el año pasado se registró el mayor número de incendios de la última década (222.798 incendios, +12,7% en comparación con 2019, según datos del Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales – INPE).

Al mismo tiempo, el aumento de las importaciones en Europa de alimentos que contienen altos niveles de pesticidas producidos por las multinacionales Bayer y BASF (alemanas) y Syngenta (suiza), prohibidos desde hace tiempo en el continente  por la toxicidad de sus ingredientes, pone en riesgo la salud y la vida de las personas. Por un lado, en Sudamérica, los campesinos y agricultores familiares se ven expuestos a diario a las aplicaciones de plaguicidas por medio de las fumigaciones aéreas en esta zona, y por otro lado, en Europa los consumidores acaban comiendo alimentos llenos de biocidas que llegan a su plato.

Por no hablar de los rebaños criados de forma intensiva con alimentos transgénicos, lo que representa otra incoherencia con las normas impuestas a los agricultores y ganaderos europeos, así como un riesgo inconmensurable para la salud y el bienestar de la población.

Firmar un acuerdo comercial como este colocaría inevitablemente a la UE como cómplice de las devastadoras y criminales políticas agrícolas y medioambientales adoptadas por el gobierno de Bolsonaro en Brasil.

Todo en esta vida está interconectado, los pueblos indígenas lo saben, como afirma la activista y portavoz de los pueblos indígenas Sônia Guajajara, cuando se destruye la Madre Tierra en un determinado territorio, todas las partes del planeta se ven afectadas. El territorio es el cuerpo y el espíritu, como ha afirmado repetidamente la Marcha de las Mujeres Indígenas en Brasil.

El Tratado UE-Mercosur alimenta políticas destructivas que sólo favorecen los intereses privados, profundizando las desigualdades y perpetuando una geografía de asimetrías entre el Norte y el Sur global, como afirma la investigadora y activista Larissa Bombardi, que recientemente tuvo que abandonar Brasil por las numerosas amenazas que recibió debido a sus acusaciones contra los pesticidas.

Slow Food se opone a la reproducción de la lógica colonialista de abastecimiento de materias primas, agrícolas y mineras en el Sur Global, en detrimento de pueblos y territorios enteros, de derechos, de conocimientos y de ecosistemas, que ha sido la principal causa del hambre y de la proliferación de nuevas pandemias.