¿Qué nos depara el 2025?
27 Ene 2025
Edie Mukiibi comparte su visión para 2025, un año que marcará su tercer aniversario al frente del movimiento internacional, durante el cual garantizar la coherencia de las acciones y el impacto tangible será crucial. Le hicimos algunas preguntas para comprender mejor su perspectiva de política y estrategia para el próximo año.

Edie, ¿qué buenas noticias le gustaría ver realizadas en 2025?
2025 es el año de acción para la transición agroecológica. Me gustaría ver más fincas agroecológicas en todo el mundo uniéndose a la red de Fincas Slow Food, fortaleciendo nuestro camino hacia un sistema alimentario bueno, limpio y justo. Esta iniciativa puede aportar un nuevo impulso al movimiento, abordando algo crucial para Slow Food: apoyar a los agricultores agroecológicos y conectarlos con una red local y global más amplia de individuos, comunidades y profesionales comprometidos.
Debemos actuar como un movimiento global extendido para apoyar a los agricultores agroecológicos, los territorios indígenas y el crecimiento de nuestra red. Este es el año para trabajar juntos hacia una visión compartida. Agricultores, cocineros, activistas, expertos, responsables políticos, líderes, jóvenes, maestros, académicos y otros deben tomar acciones complementarias para combatir la crisis climática y construir un mejor sistema alimentario.

Una Finca Slow Food en Uganda_@SimoneDonati
Ser presidente de un movimiento global supone una perspectiva que acepta la complejidad y las diferencias. Esto puede ser una ventaja pero al mismo tiempo una dificultad. ¿Cómo debería abordar Slow Food este desafío?
Slow Food es un movimiento global con raíces en todos los rincones del planeta. Es diverso pero fuertemente unido como un movimiento de base. La diversidad de nuestro movimiento aporta una hermosa complejidad que enriquece nuestras ideas, iniciativas y enfoques. Esto es algo que amo profundamente en el movimiento, y como líder, provengo y represento esta diversidad.
Como movimiento global, navegamos por situaciones diversas y complejas que requieren contribuciones de personas de todo el mundo para enriquecer nuestro camino hacia un sistema alimentario bueno, limpio y justo. A medida que nuestra red crece, también lo hace la necesidad de identificar formas eficaces de garantizar su gestión eficiente y de acercar los procesos de toma de decisiones al lugar donde se encuentran nuestros líderes: dentro de la red de base.
La diversidad y complejidad de nuestra red son más una ventaja que un reto, aunque debo admitir que comprender esta complejidad no es fácil. Abordar los retos políticos diarios a los que se enfrenta nuestra red es una importante tarea mental y física, pero la afronto con esperanza y alegría.
La complejidad y la diversidad de nuestro movimiento reflejan verdaderamente el mundo mismo, que es la esencia de Terra Madre. He dedicado mi vida a los sistemas agroalimentarios sostenibles, sanos y resilientes y siempre he imaginado un mundo en el que cada ser humano pueda expresarse libremente, contribuir y actuar hacia una visión compartida. Un mundo en el que la diversidad biológica y cultural sea celebrada como una fuerza unificadora.
He encontrado esta visión en Slow Food, y me siento orgulloso de liderar y defender estos valores.
En 2024, Slow Food ha anunciado su compromiso cada vez más firme con una transformación del sistema agroalimentario hacia la agroecología. ¿Por qué es urgente esta transformación?
Es a través de la agroecología que las personas de todo el mundo pueden alimentar y nutrir a sus seres queridos con alimentos buenos, limpios y justos. La agroecología es el enfoque con el potencial para detener el empeoramiento de la crisis climática. La transición de nuestro sistema agroalimentario hacia la agroecología es un compromiso del Movimiento Slow Food. A través de iniciativas prácticas como Fincas Slow Food, movilizamos a la comunidad mundial para que apoye y participe activamente en esta transición. Por eso hago un llamamiento urgente a nuestra comunidad global para que actúe protegiendo la diversidad biológica y cultural, intensificando la educación sobre la salud alimentaria y de los agroecosistemas, y abogando por políticas y programas locales e internacionales que amplifiquen los sistemas alimentarios agroecológicos al tiempo que ponen fin a los sistemas industriales explotadores.
Nuestro sistema alimentario se encuentra en una encrucijada, enfrentado a un aumento de los desastres climáticos, la destrucción de los recursos naturales -incluyendo la biodiversidad y el suelo-, la contaminación del agua y el aire, el aumento del hambre y la pobreza, y el empeoramiento de la crisis de salud pública. Todos estos problemas están vinculados a sistemas industriales y ultraconvencionales de producción, manipulación y consumo de alimentos.
La producción de alimentos y el control sobre los recursos más productivos se han ido arrebatando cada vez más a los agricultores y se han concentrado en manos de entidades corporativas del agronegocio, que priorizan los beneficios y el poder por encima de todo. Esta situación debe invertirse. La única forma de abordar esta realidad indeseable es abrazando la transición agroecológica de nuestro sistema agroalimentario.
La agroecología ofrece un sistema que protege y reconstruye la biodiversidad, regenera los ecosistemas degradados, devuelve la vida y la dignidad a las comunidades agrícolas y respeta el bienestar de todas las personas y del planeta, nuestro único hogar.

¿Cómo protege la agroecología el medio ambiente y con qué beneficios para agricultores y consumidores?
La agroecología desempeña un papel vital en la mitigación y adaptación al cambio climático. Restaura y mantiene suelos sanos y ecosistemas libres de contaminación, esenciales para producir alimentos sanos. La agroecología también fortalece las economías locales al garantizar un suministro constante de alimentos e ingresos durante todo el año para los agricultores y sus comunidades. Esto, a su vez, conduce a una mayor seguridad alimentaria y de ingresos, así como a una mayor soberanía.
Las multinacionales del agronegocio parecen cada vez más poderosas para frustrar esta transformación. ¿Qué herramientas podemos utilizar para contraatacar?
Lo primero que debemos hacer es proteger nuestros recursos biológicos y culturales locales, tradicionales e indígenas. Las corporaciones dirigen intencionadamente nuestro sistema alimentario hacia menos razas y variedades de especies comestibles. Proteger y utilizar nuestra biodiversidad debilita su control sobre el sistema agroalimentario. Con la biodiversidad como base de un sistema alimentario agroecológico, dependemos menos de las variedades y razas patentadas, así como de los productos químicos sintéticos y sus cadenas de suministro estrechamente controladas.
También es esencial intensificar la educación alimentaria, no sólo para los niños o los profesionales, sino para todos. Comprender cómo el sistema agroalimentario controlado por las corporaciones prioriza los beneficios sobre la salud pública y planetaria nos capacita para tomar decisiones informadas y emprender acciones colectivas o individuales para poner fin a esta injusticia.
También deberíamos unirnos y apoyar el trabajo de millones de activistas de Slow Food que, cada día, se oponen a las injusticias sociales, políticas, económicas y medioambientales presentes en el sistema alimentario actual. Muchas de estas injusticias -que afectan a los pueblos indígenas, las mujeres, los jóvenes y otros grupos marginados- están arraigadas en leyes, políticas y estrategias respaldadas por las empresas agroalimentarias.
Levantarse como activista de Slow Food a través de nuestras comunidades, capítulos, convivia y diversas organizaciones, y abogar por mejores políticas que promuevan la agroecología y la soberanía alimentaria, es una forma de luchar contra la influencia antidemocrática de las multinacionales del agronegocio. Recordemos que, aunque ellos sean gigantes, nosotros somos millones. Unámonos y aprovechemos nuestro poder colectivo para detenerlas.

Su historia personal, el hecho de haber nacido y crecido en África, de ser agrónomo y trabajar la tierra con su familia, ¿cómo cree que esto puede ser una ventaja para Slow Food, y cómo lo ha hecho mejorar?
Como joven agricultor africano, agrónomo y alguien que ha vivido y trabajado directamente en el cuidado de la tierra agrícola, mi liderazgo se basa en esta experiencia profundamente personal e integradora. No hablo de alimentos, semillas, agricultores o suelos porque haya leído u oído hablar de ellos; hablo desde la experiencia vivida. He sido testigo de las luchas de los pequeños agricultores, tanto en mi país como fuera de él.
Esta experiencia vital es crucial para construir un movimiento alimentario resistente e inclusivo que opere en todos los niveles del sistema alimentario. Liderar un movimiento global diverso como Slow Food requiere una combinación de conocimientos políticos, técnicos y prácticos. Es esta mezcla de habilidades la que ha ayudado a Slow Food a evolucionar hasta convertirse en un movimiento de base verdaderamente global.
En este movimiento, todos -independientemente de su procedencia o de la magnitud de su contribución- desempeñan un papel activo en la creación de un sistema alimentario bueno, limpio y justo. Necesitamos el esfuerzo de todos, y cada uno de nosotros es un agente de cambio.

El año 2024 ha sido declarado el más caluroso de la historia. Los gobiernos y las instituciones internacionales parecen tener pocos incentivos para mitigar el impacto de la crisis climática y tomar medidas para adaptarse al aumento de las temperaturas ya alcanzado. Si pudiera poner en práctica tres decisiones globales, ¿qué prioridades abordaría?
La primera: Desfinanciar los sistemas agroalimentarios industriales y reorientar los recursos hacia sistemas alimentarios agroecológicos. Este cambio reduciría significativamente la huella climática de la agricultura. La agricultura debe pasar de ser un factor que contribuye a la crisis climática a convertirse en una solución, y esto sólo puede lograrse mediante la transición de los sistemas alimentarios industriales a los agroecológicos.
Segundo: Dedicar las Conferencias de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP) a soluciones reales y procesables para el cambio climático en lugar de a negociaciones financieras y económicas. Los mayores contaminadores y contribuyentes al cambio climático evitan deliberadamente asumir compromisos estratégicos y prácticos para reducir las emisiones. Necesitamos soluciones tangibles como transformar los sistemas alimentarios, reducir el uso de combustibles fósiles y ampliar las iniciativas de energía limpia.
Tercero: Apoyar el trabajo de las comunidades indígenas y los pequeños agricultores en la protección de ecosistemas y territorios frágiles. Hay que poner fin a la conversión de bosques naturales, manglares, ecosistemas montañosos y otras zonas ecológicamente sensibles en usos destructivos de la tierra. Estos territorios han sido salvaguardados por las comunidades locales y los pueblos indígenas durante generaciones. Su continua destrucción no hace sino agravar la crisis climática.
Entrevista realizada por Paola Nano

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