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29 Ene 2015
El pasado 13 de enero, en sesión plenaria del Parlamento Europeo, se votaba un importante texto que, mediante una modificación a la Directiva 18 de 2001, define de forma orgánica el procedimiento para la autorización en Europa de cultivos OGM, y a su vez otorga a los estados miembros la posibilidad de limitar o abolir los cultivos modificados genéticamente en su propio territorio. La propuesta de modificación de la Directiva 2001/18 del Parlamento Europeo y del Consejo de 12 de marzo de 2001, había sido aprobada ya en la tercera reunión del Trilogo, el pasado 10 de diciembre.
Después de una lectura atenta, la impresión general de Slow Food es que el texto sometido a aprobación definitiva en el plenario no tiene en cuenta parte de las solicitudes realizadas por tantas personas y entes con la esperanza de que el Parlamento Europeo y el Consejo perfeccionaran la norma. Slow Food, en particular, expresa algunas dudas legítimas sobre la efectiva bondad del texto y que, en verdad, sean los derechos de agricultores y ciudadanos el elemento central del rumbo adoptado.
Si quieres leer en detalle lo que nos preocupa del texto recientemente aprobado, clica aquí. Ahí, nos limitamos a insistir sobre un tema que nos tomamos particularmente en serio: el etiquetado obligatorio de los productos para la alimentación humana que contengan OGM, que es más cada vez el único instrumento a disposición de los ciudadanos interesados en decidir, y por tanto esperamos que el Parlamento y la Comisión Europea dispongan medidas en este sentido.
Precisamente sobre el tema del etiquetado, Slow Food UK ha realizado una interesante investigación recientemente a fin de abordar una preocupación bien presente entre los consumidores: la carne de animales alimentados con piensos transgénicos no está etiquetada como tal, pero son más cada vez los ciudadanos que reclaman el derecho a saber lo que tienen en el plato. Slow Food UK ha enviado un mail a tres de los mayores supermercados británicos: Tesco, Morrisons y Sainsbury.
Las respuestas obtenidas han confirmado sus temores ampliamente. Morrisons, por ejemplo, ha respondido que no está en condiciones de garantizar que la carne y los productos lácteo-queseros en venta en sus mercados procedan de animales alimentados con piensos Ogm-free, sobre todo cuando la misma Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (Efsa por sus siglas en inglés) se ha expresado acerca de la seguridad de tales piensos. De forma similar, Sainsbury se justifica diciendo que los ingredientes GM no presentan riesgo alguno para la salud humana (y por tanto no ve la necesidad de etiquetar alimentos producidos con uso de OGM). Tesco, por su parte, ha comentado que una política de piensos Ogm-free para las aves no es sostenible, reinterpretando para su propio uso y consumo el concepto de sostenibilidad…
Ahora bien. Admitamos incluso que sea imposible trabajar con piensos Ogm-free. Pero al no etiquetar sus productos, en la convicción de que son perfectamente inocuos y seguros, estos supermercados, y como ellos muchos otros, niegan un derecho que nosotros, consumidores, queremos y debemos tener: el derecho a saber qué tenemos en el plato.
Slow Food UK está sosteniendo una batalla para hacer valer este derecho. Y pide a quienes quieran apoyarla la firma de una petición online. Podemos hacerlo todos, clicando en este enlace.
Para conocer la posición de Slow Food sobre el texto votado en el plenario del 13 de enero, clica aquí.
Para leer las respuestas por entero que Morrisons, Sainsbury y Tesco han dado a Slow Food UK, clica aquí.
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