La carne industrial está devorando el planeta
21 Abr 2017
La filosofía de nuestra campaña Slow Meat puede resumirse en un simple eslógan: come menos carne y de mejor calidad. La industria cárnica tiene una visión completamente distinta que presupone una descarada falta de respeto por el bienestar del consumidor, del animal y del criador y que está destruyendo el medio ambiente en el proceso. En este artículo, Stefano Liberti, autor y amigo de Slow Food, investiga uno de los mayores problemas globales de la producción de carne industrializada, el de la enorme superpoblación de los animales que criamos para comer.
Según las previsiones de la FAO, en 2050 seremos nueve mil millones de personas en la Tierra, casi mil quinientos millones más que hoy. Este incremento exponencial nos sitúa ante el colosal desafío de encontrar los recursos que garanticen una alimentación digna para todos. Pero el énfasis sobre el aumento de la presencia humana en el planeta amenaza con eclipsar otro tipo de superpoblación aún más problemática: la suprepoblación animal. En el planeta viven constantemente 25.000 millones de animales de granja (se matan alrededor de 70.000 millones al año). Se trata de pollos, cerdos, vacas, ovejas, conejos y pavos críados principalmente en medios de ganadería intensiva. Si el aumento del consumo de carne mantiene su ritmo actual y algunas de las poblaciones más numerosas, como China, acceden al modelo alimentario occidental, en 2050 tendremos que criar a 120.000 millones de animales al año.
Los animales criados en naves de producción deben ser alimentados: para ello se cultivan millones de hectáreas de terreno con cereales (maíz) y plantas oleaginosas (soja), y estas tierras se restan a las utilizadas para el consumo humano. Según las estimaciones del investigador canadiense Tony Weis, una tercera parte de las tierras cultivables del mundo se destinan a la cría de animales.
Actualmente en China se crían 700 millones de cerdos, la mitad de la población porcina del planeta. Para su alimentación (junto con la de los pollos, cuyo consumo en este país asiático es siete veces mayor que en 1980), se importan 80 millones de toneladas de soja, principalmente de Brasil y Estados Unidos. En términos de rendimiento, es un desperdicio monumental: para producir la misma cantidad de proteínas, la carne de cerdo consume nueve veces más terreno de lo que consumiría el cultivo de soja directamente para el consumo humano.
Los animales criados en naves de producción contaminan. Se deben deshechar sus desperdicios: en Estados Unidos las granjas generan una cantidad de residuos 13 veces mayor que la de la población residente. En algunos estados productores, como por ejemplo Carolina del Norte, el estiércol de los cerdos se recoge en fosas a cielo abierto que acaban vertiéndose por pulverización en los campos de los alrededores. «Solo en este estado es como si toda la población de California orinase y defecase todos los días en un lago», resume eficazcmente Rick Dove, activista de los Waterkeepers de Bern, Carolina del norte, que denuncian la contaminación provocada por la ganadería intensiva.
En nuestro país, las legislaciones ambientales son más estrictas, pero el hecho fundamental sigue siendo el mismo: para alimentar a los 8 millones de cerdos que viven en Italia, a los 500 millones de pollos de engorde, a los 50 millones de gallinas ponedoras y a los seis millones de bovinos (vacas, búfalos y terneros) importamos toneladas de maíz y soja. El valle del Po, donde se concentran las granjas de ganadería intensiva, está gravemente contaminada. La carne industrial es la principal causa de la contaminación y del agotamiento de los recursos. En un planeta cada vez más poblado, la ganadería intensiva y la superpoblación animal son cuestiones ineludibles que debemos afrontar urgentemente y mediante un diálogo tan serio y profundo como sea posible.
Stefano Liberti es un periodista y escritor italiano. Escribe sobre la migración, el acaparamiento de las tierras y los sistemas de producción alimentaria y ha participado en varias ediciones de Terra Madre Salone del Gusto. Entre sus libros figuran
Editado en 2017 por Minimum Fax, I signori del cibo sigue el recorrido de cuatro productos (carne de cerdo, soja, atún enlatado y tomate concentrado) para observar las dinámicas internacionales perjudiciales.
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