Desde Kenia: las ovejas Masai rojas Baluarte Slow Food
20 Ago 2021

La oveja roja del pueblo Masái, llamada así por su característico pelo de color marrón rojizo (que ocasionalmente es desgreñado y de varios colores), es una raza indígena del este de África que tradicionalmente ha sido criada por los pastores masáis y por pequeños agricultores en Kenia, Tanzania y Uganda. Por el momento, estas ovejas se encuentran principalmente en las regiones semiáridas del sur de Kenia y los pastizales del norte de Tanzania, sobre todo en el condado de Kajiado, en Kenia, y en sus condados vecinos.
La raza presenta grandes depósitos de grasa en la cola y cuartos traseros y se cría principalmente por su carne. Aunque es menos productiva que algunas otras razas criadas en África Oriental, la oveja roja de los masáis es valorada por ser robusta en condiciones áridas y por tener una resistencia relativamente mayor a los parásitos internos. Otras características positivas de la oveja roja de los masáis son el sabor de la carne («dulce», según los masáis), y la calidad y densidad de la leche (que compensa el hecho de que la cantidad sea menor en comparación con la leche de oveja Dorper, según la opinión de las mujeres entrevistadas.
El Baluarte de la oveja roja de los masáis se estableció gracias a la colaboración entre Slow Food y el FIDA. Además de proteger esta raza en peligro, uno de los objetivos es fortalecer las dos comunidades masáis involucradas a través de la capacitación, la asistencia técnica, el intercambio de experiencias y la creación de canales de comercialización, con un enfoque particular en la inclusión de mujeres y jóvenes. Las comunidades también se involucraron en las actividades nacionales e internacionales de la red de Indigenous Terra Madre (ITM), una plataforma para compartir e intercambiar experiencias que facilita a los pueblos indígenas a trabajar juntos y a encontrar soluciones a problemas comunes.
Con el objetivo de comprender mejor este proyecto, compartimos la entrevista de Samson Kiiru Ngugi, coordinador de Slow Food del condado de Nakuru y asistente general del coordinador del país, a Tunda Lepore, miembro de la Mesa de Asesores de ITM para África, líder de ITM en Kenia y coordinadora general del Baluarte de la oveja roja de los masáis.

¿Cómo era tu comunidad hace 10 o 20 años?
El entorno de la comunidad masái era bastante diferente hace 20 años. Muchas personas vivían en las aldeas, incluidos hombres, mujeres, jóvenes y niños, y todo el mundo, independientemente de la edad, tenía que realizar actividades específicas. Por ejemplo, los chicos estaban en los campos con bastones pastando ganado, cabras y ovejas; las chicas llevaban a los más pequeños en la espalda mientras sus madres trasladaban el agua con mitungis (recipientes de agua) que se ponían en la espalda y los hombres jóvenes iban a pastar animales con sus padres en las llanuras y montañas. Hoy han cambiado varias cosas. Hay menos jóvenes en los pueblos porque algunos están en la escuela, mientras que muchos otros se han mudado a las ciudades, algunos para encontrar trabajo y otros para trabajar. Por eso se pueden ver muchos niños que están con sus madres, sus abuelas o abuelos. Los encuentros comunitarios han disminuido con el tiempo a medida que la vida individualista se cierne sobre las aldeas. Cada vez es más común usar «yo» en lugar de «nosotros». Había muchas ovejas rojas masái, se las podía ver pastando en los campos, pero ahora es muy raro ver a estos animales entre los rebaños en los campos.

La tierra era abundante y de propiedad comunal, los pastos eran accesibles con facilidad. Los animales incluso podían vagar solos y regresar a casa para dormir por la noche. Hoy, la tierra se ha dividido en pequeños pedazos y algunos proyectos gubernamentales que se están implementando en diferentes partes de la Tierra Masái están disminuyendo los pastizales para los pastores. La cultura solía ser más sentida y mucho más fuerte, había una muchas más actividades culturales en comparación con las que se ofrecen ahora. La sostenibilidad de la cultura estaba allí a través de la transferencia intergeneracional de conocimiento y cultura, pero hoy esto también ha disminuido debido al cristianismo, la migración de los jóvenes a las ciudades y la urbanización, entre otros factores.
¿Recuerdas alguna anécdota divertida que sucediera durante alguna actividad del proyecto?
Una historia divertida o más bien algo que se destacó y pareció extraño y divertido, por así decirlo, es el hecho de que el proyecto Slow Food-FIDA brindó a las mujeres masáis una plataforma para hablar, intercambiar y contribuir junto con los hombres, algo que nunca había sucedió cuando yo estaba creciendo. Durante las formaciones, reuniones y encuentros, ver a una mujer masái parada frente a hombres mayores y de mediana edad para decir algo fue tanto extraño como divertido. Esto es algo bueno para las mujeres. Si empoderas a una mujer, dándole la posibilidad de contribuir, empoderarás a una nación.
¿Cuál es el cambio o los cambios más importantes para la comunidad que ha traído este proyecto?
La comunidad masái ha experimentado un número de cambios a lo largo del tiempo, las cuestiones comunes son uno de ellos. Antes la comunidad se apropiaba, trabajaba y celebraba colectivamente la mayoría de las cosas que los miembros hacían en su vida, y esto favorecía que la comunidad hablara con una sola voz. Hoy en día, el aspecto comunitario ha ido disminuyendo paulatinamente porque el individualismo se ha inmiscuido en la comunidad debido a la educación formal, la modernización y el cristianismo, entre otros motivos. En segundo lugar, aunque las ovejas rojas de los masáis se volvieron más escasas y la comunidad casi se olvidó de ellas (de hecho, los jóvenes no podían hablar de ellas), la comunidad ha visto cómo regresaban las ovejas rojas de los masáis, y eso es un cambio bueno y positivo para muchos. En tercer lugar, la comunidad ha experimentado un empoderamiento económico, especialmente con la participación de los jóvenes y las mujeres. Esta transición se logró a través de formaciones, intercambios y eventos preparados y organizados con Slow Food Kenia y, lo más importante, mediante la adquisición de rebaños de ovejas rojas de los masáis. Con el tiempo, el empoderamiento será aún más evidente. Hay más personas de las comunidades que están interesadas en unirse para que juntos tengamos un impacto positivo en el progreso. Por último, el proyecto logró proporcionar un sentido de propiedad y pertenencia. Los miembros están muy contentos y hacen comentarios positivos, pues estaban deseando seguir trabajando juntos por un mañana mejor. Juntos como si fuéramos uno, como antes.

¿Cuál es la actividad que más representó este proceso?
Hay un número de actividades que representaron este proyecto. Para empezar, la adquisición del rebaño de ovejas rojas de los masáis fue primordial. Los miembros del Baluarte estaban muy contentos de recibir este premio luego de tanto trabajo. De hecho, después de una serie de formaciones y promesas, parecía que algunos se desmotivaban a los largo del proceso, hasta que ¡sorpresa! Llegó el rebaño que tanto habían esperado. La visita de intercambio en Lolgorian (en la frontera con Tanzania), con el presidente de la asociación Red Maasai Sheep Association fue impresionante. Los productores estaban realmente conmovidos y dispuestos a trabajar juntos para ver el éxito del proyecto. Por último, participar en el evento de ITM y la red de jóvenes de Slow Food «Moldeemos el futuro del sistema alimentario en África» es otra actividad que representó bien este proceso. Se sintieron honrados por poder mostrar el proceso tradicional de sacrificio de ovejas, así como de aprender e intercambiar con otras comunidades indígenas afiliadas a la red ITM.
¿Cómo crees que continuarán las comunidades a partir de ahora?
Es probable que las comunidades continúen bien con el proyecto incluso si el plazo del proyecto llega a su fin. Esto se debe a que Slow Food Kenia, a través del apoyo del FIDA, ha ayudado a formar grupos sólidos con capacidad de liderazgo, que ahora son capaces de continuar con las actividades tal como se les instruyó. Los grupos continuarán criando los rebaños y recaudarán fondos cuando sea posible para aumentar el número de ovejas. Estas personas seguirán trabajando juntas y se reclutarán más personas interesadas para ampliar el Baluarte de las ovejas rojas de los masáis.
¿La COVID-19 ha tenido algún impacto en las actividades de este proyecto? ¿Cómo lo has organizado para dar una respuesta?
La COVID-19 ha tenido impactos positivos y negativos en la comunidad masái. Fue positivo porque los jóvenes que normalmente se mudaban con animales lejos de casa, ahora pasan más tiempo en casa con los ancianos: esto dio lugar a la transferencia de conocimiento intergeneracional. Los productores agrícolas disfrutaron de condiciones favorables para producir cultivos alimentarios como resultado de las restricciones de movimiento por parte del gobierno. De hecho, algunos de ellos cosecharon su comida ya en octubre. Creen que ha habido un ligero aumento en el número de animales: sin desplazamientos largos, ha habido un porcentaje menor de animales débiles que han fallecido, ya que se ha podido atender a estos animales de cerca y no han muerto en busca de pastos y agua fuera de casa. Estas circunstancias permitieron niveles más altos de procreación. Sin embargo, la comunidad también se vio afectada negativamente y en gran medida.

Con las restricciones, los animales no podían ir más allá de una distancia determinada y esto hizo que la disponibilidad de los pastos fuera inadecuada. Los productores se vieron obligados a buscar medios alternativos para complementar los animales y esto fue una tarea muy dura. Se cerraron mercados de animales importantes, como el de la aldea de Suswa, y los pastores masáis no recibían ingresos; en consecuencia, no tenían poder adquisitivo para comprar alimentos para las familias, ya que eso es de lo que dependen la mayoría de las familias masáis. Durante este tiempo, muchas familias solo podían pagar la leche que obtenían de sus animales y consumirla fermentada durante el día y para la cena. Otros recurrieron a la agricultura como una empresa alternativa. En general, la situación de la pandemia de la COVID-19 creó dificultades para algunos de nosotros: Slow Food nos apoyó con comida de productores la red, en momentos de necesidad. No nos olvidaremos de esto.
¿Cómo te sientes dentro de la red Slow Food? ¿Qué te gustaría que hiciéramos juntos en el futuro?
Me siento empoderado, siento que tengo la misión de devolver a mi comunidad la vida que solíamos tener. Slow Food me inculcó un sentido de pertenencia y cuando pensamos que estábamos solos, Slow Food se acercó a nosotros y demostró que se preocupaba por el estilo de vida de los masáis, ofreciendo formaciones, reabasteciéndonos con ovejas rojas de los masáis y recordando sus raíces a la comunidad masái.
¿Cómo imaginas tu comunidad en 10 años?
En los próximos 10 años, preveo un mayor desarrollo de la comunidad, tanto social como económicamente, con grandes rebaños de ovejas rojas de los masáis y con muchas más cosas que compartir sobre nuestros éxitos. También veo que cada vez más gente masái está interesada en unirse al Baluarte y que asociaciones como la Red Maasai Sheep Association tienen más miembros para mantenerse firmes. Y finalmente, veo en desarrollo una gran marca de ovejas rojas de los masáis.
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