Huertas familiares son una necesidad en Providencia
18 Jun 2020

La agricultura familiar es una tradición en las islas de Providencia y Santa Catalina, y la familia Sjogreen Brown, es una muestra de ello. Guendolin Sjogreen Brown, hija mayor del señor Radiga y la señora Ines, resalta la importancia de cultivar nuestros propios alimentos en casa. El cultivo, transformación y consumo de muchos de sus alimentos, componen el día a día de esta familia, y representa una parte fundamental de su cultura y tradición.
Debido a sucesos históricos tales como la Segunda Guerra mundial y la declaración del Puerto Libre en 1953, la agricultura en las islas perdió su relevancia. En la actualidad, el cambio climático, los costos de transporte y la dependencia de empleos públicos, han contribuido al abandono del campo.

Durante la Segunda Guerra Mundial, la exportación de bienes de consumo a Cartagena y Centro América se vieron afectadas por los ataques a las embarcaciones que cubrían esas rutas desde las islas. Por consecuencia, en 1953, el Archipiélago es declarado Puerto Libre. Con esta declaración, llegó el comercio y los grandes hoteles, y tras de ello, llegaron miles de inmigrantes colombianos en busca de nuevas oportunidades. Con el aumento desmesurado de la población, la importación de víveres se hizo necesario, y poco a poco los productos locales fueron minimizados y dejados en el olvidado.
Sin embargo, el COVID-19 llegó para recordarnos que tan dependientes somos del mundo exterior. En febrero del presente año, un kilo de zanahorias costaba $6.500 COP el kilo. Hoy, en el mes de junio del 2020, un kilo de zanahorias cuesta $11.000 COP en un supermercado de Providencia. Mientras tanto, en Bogotá, en Corabastos, un kilo de zanahorias cuesta $3.400 COP hoy día. Las frutas y verduras siempre han sido costosas en las islas, pero debido al COVID-19, los costos han aumentado de una manera exagerada. Esto para muchas familias, es insostenible. Por ende, nuestra seguridad alimentaria está en peligro.
Por lo anterior, los habitantes de las islas se han visto obligados a retomar la agricultura familiar. Por su parte, personas como Guendolin Sjogreen y su familia, quienes han cultivado la tierra por generaciones, se alegran de ver que la agricultura está recobrando importancia localmente.
Como lo expresa la señora Guendolin: “Alimentarnos es una necesidad diaria. Por eso, debemos saber de dónde viene la comida que compramos. Cuando sabes que los alimentos que sirves en casa son producidos por tú propia familia, te llenas de satisfacción y te sientes seguro porque sabes que son sanos. El COVID-19 nos ha afectado mucho, pero nos alegra saber que la gente esté retomando el cultivo de algunos vegetales en sus casas en estos tiempos de pandemia.”
En el huerto de la señora Guendolin encontramos papaya, pimientos, tomates, frijoles, cebollín, mandarina, mango, cilantro, huevos, banano, plátano, entre otros productos. Además, elaboran conservas de ají, mermeladas de guayaba y mango, dulces de ciruela, secan especias como la albahaca y el orégano y crían cerdos de engorde y gallinas ponedoras. Para un desayuno, Guendolin suele preparar unos huevos “pericos” con tomate, cebollas y albahaca. Sirve pan de coco isleño, mermelada de guayaba y jugo de mandarina. Eso sí, el café colombiano nunca está ausente, aunque no es producido en la isla. Por otra parte, nos cuenta que, para el almuerzo de un domingo en familia, un cerdo asado con las técnicas tradicionales de las islas en fogón de leña, no podría faltar. Esto lo acompaña de un arroz con frijoles guandul, tajadas de plátano maduro y jugo de mango sin azúcar.”

La agricultura familiar en Providencia y Santa Catalina es una oportunidad para los isleños. Es necesario apoyar todas las iniciativas agroalimentarias en estos momentos de crisis económica. Desde los agricultores tradicionales, hasta los nuevos aficionados de la agricultura familiar, son claves para la recuperación de un renglón olvidado de la economía local. Disminuir el costo de la canasta familiar, mejorar la calidad de los alimentos que se consumen, y recuperar las tradiciones de la comunidad indígena Raizal, es un deber de todos. No debemos desaprovechar esta oportunidad que nos brinda el COVID-19 para aunar esfuerzo en pro de un sistema alimentario que aporte al desarrollo social, económico y ambiental del Archipiélago. Guendolin Sjogreen y su familia, son un ejemplo de que es posible cultivar y aportar a la economía familiar de los isleños. Como dice el dicho: “No hay mal que por bien no venga.”

Slow Food apoya iniciativas de agricultura familiar y diversificación productiva en el Archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina a través de los proyectos “Slow Fish Caribe” financiado por la UE y realizado en asociación con Fundación ACUA y Corporación Coralina, y «Empowering Indigenous Youth and their Communities to Defend and Promote their Food Systems« financiado por el FIDA.

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