En España, la protección de la biodiversidad pasa por los huertos orgánicos

16 Jun 2017

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Entre ellas se encuentra Ossian De Leyva Briongos y la asociación de la que es presidente, Micorriza, una organización sin ánimo de lucro que busca preservar y proteger no solo el patrimonio natural, sino también los valores culturales y tradicionales locales. Miembro activo de la red de jóvenes de Slow Food (SFYN) en España, Ossian es licenciado en Ciencias del Medio Ambiente y ha realizado el Máster en Restauración de Ecosistemas, un título impartido entre la Universidad de Alcalá, la Universidad de Politécnica de Madrid y la Universidad Complutense de Madrid. Las reuniones celebradas en los años 2014 y 2016 con la red de Slow Food en el Terra Madre Salone del Gusto reafirmaron la idea de Ossian: la protección del planeta pasa por la agricultura, ya que esta protege tanto la biodiversidad agrícola como el trabajo de los pequeños agricultores.

Desde su infancia, Ossian vive en Escalera, un pequeño pueblo en el Parque Natural del Alto Tajo, en la provincia de Guadalajara, donde sus padres Carmen y Chema, también miembros de Slow Food, llevan un bonito hostal rural y viven de forma sostenible. En particular, cultivan un huerto que, además de abastecerles para preparar las comidas del hostal, es el centro de algunas de las actividades educativas de la asociación Micorriza.

«Una actividad de la que mis padres están especialmente orgullosos es el Taller del Gusto de los tomates», dice Ossian. «Cada año plantan más de 60 variedades, cada una con una forma, un color y un sabor diferente. Entre las actividades de sensibilización, se hacen degustaciones de variedades locales y productos de variedades híbridas (semillas F1), luego se pregunta a los participantes cuál de los dos tipos prefieren y la respuesta es casi siempre la misa: ¡los productos locales! Otro proyecto interesante es el de la Biodiversidad en el plato. En este proyecto se comparan variedades de alimentos locales, nacionales y extranjeras, todas estrictamente orgánicas. Además, se explican tanto sus características culinarias como su historia; luego se degustan en el restaurante junto con los clientes que están alojados en el hostal haciéndolos partícipes así de los valores de Slow Food».

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Junto a Ossian, otros 11 jóvenes miembros de Micorriza dedican una atención especial a las variedades antiguas  y poco conocidas, como por ejemplo los , una antigua variedad de judías de la Región de Molina de Aragón, ya a bordo del Arca del Gusto. Actualmente cerca de cien familias cultivan este producto, tan solo para el autoconsumo, y además están en riesgo de desaparición, ya que en los comercios se han sustituido por variedades similares y más rentables que provienen de las Provincias de León y Cuenca. En la zona, de hecho, muchas variedades locales y tradicionales ya se han extinguido, también a causa de la emigración de gran parte de la población a zonas urbanas y por la pérdida de interés en estos productos por parte de las nuevas generaciones.

Para frenar esta extinción, la asociación ha dado nueva vida a algunos huertos abandonados en la zona de Molina de Aragón y ha creado huertos sociales. Allí se puede participar en talleres educativos para niños y adultos, aprender a hacer un huerto de vegetales, intercambiar semillas y conocer las variedades locales tradicionales.

Durante más de 10 años, además, la recuperación de las variedades locales ha sido una de las actividades principales de la asociación, que pregunta a los habitantes más ancianos de la zona si tienen todavía semillas tradicionales y coordina un proyecto de reutilización de las variedades locales presentes en el Banco de Semillas de Estado (Centro de Recursos Filogenéticos). Una vez plantadas y cultivadas las semillas, estas se distribuyen a más de 100 familias de la zona para asegurarse de que siguen creciendo. El proyecto está comenzando a dar sus frutos: algunas de estas semillas ya han producido productos tradicionales casi desconocidos que hoy están teniendo éxito en los mercados locales.

«En los últimos años, sin embargo, se han eliminado muchas ayudas económicas para los productores orgánicos», concluye Ossian. «En este momento, los pequeños productores no pueden luchar contra la agricultura industrial, tanto si esta es internacional como nacional, y les resulta especialmente complicado luchar contra los alimentos transgénicos. Muchos agricultores se vieron obligados a abandonar la profesión, pero otros siguen luchando. Estos son los valientes que necesitan todo nuestro apoyo. Y nosotros estamos aquí no solo para dar ejemplo, sino también para luchar junto a ellos, para crear otras muchas pequeñas realidades como Micorriza en toda España».

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