El Gran Caribe: un paraíso que cuidar
24 Mar 2021

El territorio del Gran Caribe está conformado por un conjunto de islas y de zonas ribereñas de países centroamericanos y de México, Venezuela y Colombia.
El nombre de Caribe se deriva del nombre de pueblos originarios habitantes de esta zona.
“Las islas eran un mundo dominado por arahuacos y caribes, pobladores que desde las profundidades del sur habían arribado en diferentes momentos para asentarse en las islas mayores, mientras los guerreros caribes contendían en las ínsulas menores del arco oriental. Destacaban por la pesca y la agricultura eran estupendos navegantes y guerreros.”[1]
Su pertenencia al mar que lo bordea, también, lo define como tal.
Es un territorio de una altísima diversidad ecológica, socio-histórica y cultural. Esta diversidad se expresa, por ejemplo, en la composición de lenguas anglófonas, francófonas e hispanas existentes en la región, además de otras lenguas originarias. El escritor cubano Alejo Carpentier construye la figura de lo Real Maravilloso, en su obra literaria, inspirado en el Gran Caribe, en la que resignifica la exuberancia y complejidad de este lado del planeta. Favorecida por una extraordinaria creación artística-cultural, la identidad de la población caribeña está muy ligada a sus paisajes naturales desde donde construye su distinguida gastronomía, su música, su danza, su literatura.
Las riquezas naturales y culturales del Gran Caribe lo han transformado, en los últimos años, en un destino “exquisito” para turistas de Norteamérica y Europa, convirtiéndose en un “centro de entretenimiento global” por las ventajas comparativas con destinos asiáticos o islas griegas, por ejemplo, en costos y seguridad. Desarrollo que conlleva impactos ecológicos graves y consecuencias negativas para las economías locales, debido a la destrucción de ecosistemas y a la concentración de los capitales turísticos en grandes corporaciones transnacionales.
Es un área sujeta a la presencia de huracanes, debido a su clima y al influjo de ondas tropicales que se originan en África Oriental. Una espesa vegetación originaria, se constituía como barrera protectora frente a estos fenómenos climáticos, barrera que en las últimas décadas ha desaparecido en un 50% debido a la deforestación. Se calcula la perdida de entre 40 y 50 mil hectáreas de bosque al año en el territorio Caribe.
En el siglo XV fue nombrado, por los conquistadores españoles, como el Cipango, en el sentido de referirse a la entrada de la ruta comercial; se lo denominará también como Indias Occidentales; las Antillas y, desde mediados del siglo XX, como Caribe.
Los ecosistemas marino costeros en el Gran Caribe
Un entramado de arrecifes de coral de áreas rocosas y de aguas profundas, pastos y praderas marinas, bosques de manglar, playas de arenal y lodosas y, sistemas lagunares hacen del Caribe un espacio de una gran productividad natural y una belleza paisajística difícilmente superable.
Los arrecifes de coral son los ecosistemas que más sobresalen, cubren una extensión de 26.000 kilómetros cuadrados, configurando una variedad de hábitats para especies acuáticas como moluscos, crustáceos, peces, algas, etc. Junto con el Golfo de México, el sistema de arrecifes de coral del Mar Caribe representa el 10% de la cobertura mundial. El 25% de especies coralinas son únicas.
En cuanto a los pastos y praderas marinas, están presentes en el Mar Caribe en una extensión superior a los 65.000 kilómetros cuadrados. El 45% de especies de peces, que allí habitan, son endémicas. Los bosques de manglar representan un área de 10.429 kilómetros cuadrados, son barreras protectoras de las zonas insulares y ribereñas y, complementan el hábitat de miles de especies marinas del Caribe.
El mar Caribe esta alimentado por importantes afluentes de agua dulce, que descargan principalmente de zonas continentales de los países que forman parte de este territorio como son: el rio Magdalena de Colombia, el Tocuyo de Venezuela, como los de mayor envergadura. Otras aguas dulces las recibe de ríos de países centroamericanos como: Coclé del Norte y Cricamola desde Panamá; Chamelecón, Ulúa, Aguán, Lean, Tinto, Patuca y Segovia de Honduras; desde Nicaragua el Coco, Bocay, Estelí y Jícaro, entre otros.
El conjunto de islas, también, aportan agua dulce a los ecosistemas del Caribe, tal es el caso del río Hatiguanico que nace en la parte septentrional de la ciénaga de Zapata en Cuba y es fundamental en la conformación de los bosques de manglar caribeños.
Resulta revelador conocer las influencias de las aguas del golfo de México y del sistema del río Amazonas que contribuyen para una mayor biodiversidad.
Las pesquerías en este territorio
Sin duda, las actividades económicas locales más importante para la población del Caribe, en cuanto al sostenimiento de la alimentación y los ingresos para las familias son: la pesca, la agricultura, el turismo de pequeña escala que dependen directamente de la conservación y salud de los ecosistemas.
Las especies de importancia alimentaria y económica en las pesquerías depende de las unidades ecológicas y de las prácticas culturales diversas que se encuentran en el Caribe.
“En la fauna marina, de este territorio, se ha registrado la existencia de 1694 especies, de 612 géneros y 171 familias, de las que 703 son endémicas. En arrecifes rocosos se encuentran: meros, morenas, pargos, roncadores, peces loro; en los fondos blandos habitan rayas, tiesos, bagres, miraestrellas, chiles, corvinas, lenguados; en la columna de agua hay picudos, jureles, anchoas peces voladores; en zonas de menor salinidad (salobres como los estuarios de manglar) se encuentran especies juveniles y especies que no incursionan hacia la zona marina.”[2]

Sin embargo, se evidencia, actualmente, que el dominante desarrollo turístico industrial en el territorio Caribe, concentrado en corporaciones transnacionales, como se ha indicado en párrafos anteriores, demanda cada vez más grandes cantidades de mariscos y pescados, que supera la oferta y, por lo tanto, la zona se vuelve dependiente de las importaciones de estos productos. La población tiene cada vez menos acceso a esta proteína, pues está destinada a los turistas.
Países como Jamaica, República Dominicana, Barbados y Santa Lucía son los mayores importadores de mariscos y pescados. Mientras que la población de El Salvador, por ejemplo, tienen un consumo de 5Kg de pescado por persona al año, cuando la media mundial es de 19 Kg por persona al año, siendo el país que menos acceso tiene a esta proteína en este territorio.
Información de la FAO del año 2019, indica que alrededor de 200.000 familias de las zonas costeras del Caribe se articulan directa e indirectamente a la actividad pesquera de pequeña y mediana escala, pero esta producción la absorbe, en gran cantidad, la industria turística.
Conservar el Gran Caribe: un reto común
Si bien se ha insistido, de forma permanente, ante la opinión pública mundial, en que el principal problema que enfrenta el territorio del Gran Caribe es la presencia de fenómenos climáticos debido a su posición geográfica, esta afirmación resulta fragmentada y, por tanto, las respuestas a los impactos de estos fenómenos desde los estados, la cooperación internacional y la sociedad civil son, también, fragmentadas.
Los vientos huracanados y las constantes sequías e inundaciones son características del Caribe, condiciones que impactan en la producción agrícola, en la conservación de los ecosistemas, en la provisión de agua, en la salud y seguridad de la población, entre otros aspectos. Aún cuando se los considera fenómenos naturales que vuelven vulnerable a este territorio y, por lo tanto, este territorio está sujeto a un riesgo constante, es fundamental entender que el “riesgo” no puede ni debe ser planteado desde una visión vertical, desde una racionalidad desconectada de los procesos socio-históricos, pues se reduce, sobre todo, la potencialidad de la capacidad de resiliencia. En tanto que la vulnerabilidad está íntimamente correlacionada con la posición socioeconómica, pues, por lo general, el pobre sufre más con los desastres que el rico. En este sentido se plantea que existe una determinación social de la vulnerabilidad ante eventos naturales y antrópicos.
El modelo de desarrollo económico impuesto al Gran Caribe, como a otros países del sur global, para abastecer demandas de mercados internacionales pasando por la producción agroindustrial de caña de azúcar, café, bananas, etc, hasta el creciente desarrollo del turismo industrial impactan negativamente en la conservación de los ecosistemas y son causa de las condiciones precarias de vida de un alto porcentaje de la población.
Por lo tanto, se vuelve imposible entender y accionar frente a la gran problemática del Caribe, sino se hace desde una visión socio-ecológica y de cooperación común e interdisciplinar. Es decir, desde el análisis y la comprensión de las complejas interrelaciones entre los procesos biofísicos de la naturaleza con los procesos sociales que son hoy, indiscutiblemente, indivisibles e interdependientes. Y, desde la recuperación de otras sensibilidades para habitar este territorio de manera respetuosa con todas las formas de vida y recuperando un nosotros común para construirlo.
“Nuestra forma de ser mar, montaña o bosque es porque tenemos unos espíritus protectores en la naturaleza. Esta concepción de lo que somos, que no es más que una respuesta espiritual a la naturaleza que nos rodea, es la que nos hace “ser” y eso es lo que hay que preservar. Porque si hay algo maravillosos en la humanidad es la diversidad. Y la diversidad es, o su origen está, donde tu habitas, donde tú decides ser humano.”
Pocho Alvarez Wandemberg
Cineasta ecuatoriano
En el marco de Terra Madre 2020, el tema del Gran Caribe ha sido abordado en el foro que tuvo lugar el 30 de noviembre de 2020, en el que participaron representantes de comunidades de México, Curaçao, Colombia, Honduras.
Las intervenciones de los participantes han suscitado reflexiones sobre la importancia de este territorio para las comunidades locales.
El territorio del Gran Caribe
Esta iniciativa se ha realizado en el marco del proyecto “Slow Fish Caribe: fortaleciendo modelos de conservación y aprovechamiento sustentable en áreas protegidas en el Caribe vinculadas a Slow Food”, financiado por la UE y realizado por Slow Food en colaboración con Fundación ACUA, Corporación Coralina, Colectividad Razonatura A.C., Amigos de Sian Ka’an.
El contenido de este articulo es responsabilidad exclusiva de Slow Food y en modo alguno debe considerarse que refleja la posición de la Unión Europea.
Notas
[1] Martínez Milagros, Valdez Félix. De qué Caribe Hablamos. CLACSO Buenos Aires. 2013
[2] Instituto Smithsonian de Investigaciones Tropicales
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