Colombia: el cangrejo negro de Providencia
07 Abr 2021

El Archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina es el hogar del Cangrejo Negro (gecarcinus ruricola), crustáceo con caparazón oscuro, patas rojas y un sabor extraordinario. Los cangrejos son parte integral de la cultura del pueblo Raizal, de su dieta y de la economía local, pero debido a la urbanización, al turismo masivo, a la deforestación y al cambio climático (entre otras razones), esta especie está ahora amenazada, y su número está disminuyendo rápidamente

© Gabriela Dominguez
Frente a la escasez del recurso, el Baluarte Slow Food del Cangrejo Negro de Providencia ha venido trabajando a través de acciones de sensibilización sobre el respeto al periodo de veda. En este proceso, se desarrollaron laboratorios del gusto en escuelas con 171 jóvenes para involucrarlos desde la reflexión y la acción en su comunidad para proteger la especie y lograr su repoblamiento. Además, junto a la asociación ASOCRAB (Providence Sweet Black Crab Association) -que lidera el Baluarte, se exploraron alternativas para la diversificación productiva: producción de conservas, pulpas de frutas y productos transformados en general, con base en productos de identidad del territorio. Esta acción fue complementada, con una estrategia de integración de una cadena de valor asociada al turismo comunitario que tienen como principales activos al Cangrejo Negro, la biodiversidad y la cultura raizal.
El cangrejo negro obtuvo en el 2019 la Denominación de origen en Colombia, este logro y la participación en eventos locales, nacionales e internacionales mejoraron mucho su visibilidad. A raíz de la crisis de acceso a los alimentos y estancamiento económico generado por la pandemia en el archipiélago, se trabajó en la creación de un catálogo en línea de productos frescos y transformados, para dinamizar intercambios comerciales, promover el consumo local e incentivar la reactivación económica territorial para productores/as agrícolas y transformadoras/es de alimentos.

Hemos dialogado al respecto con Liliana Vargas, Coordinadora de las actividades del proyecto FIDA en Colombia, y Gloria McNish, Presidenta de ASOCRAB.
¿Cómo era tu comunidad hace 10 o 20 años?
“Anteriormente mi comunidad era más respetuosa y unida: vivíamos en una época en la que sí uno tenía, le brindaba al otro, si uno producía en la finca y otro pescaba, se intercambiaba, uno daba pescado y el otro daba sus productos. Estábamos más relacionados los unos con los otros. Estas dinámicas, si bien aún se conservan en la isla, no son actualmente tan comunes. Con el proyecto, hemos retomado estas dinámicas en los espacios de minga (ndr. momentos de trabajo colectivo).
¿Una anécdota divertida durante una actividad del proyecto?
“Cuando se realizó el primer intercambio al iniciar el proceso con Slow Food para el establecimiento del Baluarte, participamos en el festival del cangrejo azul en Ecuador. Allí pudimos ver la importancia que le daban al cangrejo. Volvimos y dijimos: ¡tenemos que echar pa’ lante! Ahí comenzamos con este proyecto que, gracias a Dios, hasta hoy ha sido un éxito real”. En el 2018 se realizó un nuevo intercambio con las capturadoras de Cangrejo Azul de Esmeraldas, en Ecuador, quienes esta vez vinieron a Providencia y conocieron el trabajo avanzado para la valorización y conservación de esta importante especie para la cultura raizal.
¿Cuál es el cambio o los cambios más importantes para la comunidad que ha traído este proyecto?
“El cambio que esto nos ha traído…es poder entender el valor del cangrejo negro; obtener la denominación de origen: ¡la primera otorgada para una especie animal en el país! Todo esto para nosotros ha sido muy importante. A la comunidad le pareció algo muy grande porque era la primera vez en la isla que se daba un paso adelante en ese tema. La verdad, desde hace un tiempo nos hemos dedicado más a respetar el cangrejo, especialmente ASOCRAB. Por ejemplo, cuando llega el tiempo de veda nosotros no cogemos los cangrejos. También tratamos de hacer la manipulación lo más limpia posible, ya que aprendimos muchas cosas y tratamos de hacerlo mejor cada día. Durante el proyecto las mujeres de ASOCRAB nos capacitamos para mejorar los procesos de manipulación, empaque y transporte de nuestros productos, implementando estrictos protocolos.

© German Marquez
¿Ha impactado el Covid-19 las actividades de este Proyecto, y como se han organizado para responder?
La verdad es que el COVID nos ha afectado, como en todas partes. Porque primero no estábamos preparada para ello. Segundo porque nos ha parado nuestro proyecto. En ese momento que el COVID llego, yo recién me había posicionado como presidenta y estábamos en los pasos para abrir nuestros quioscos. Igual damos gracias a Dios que en la isla no hemos tenido casos de la COVID. Pero tampoco podemos esperar, porque no tenemos lo principal que sería un hospital para recibir enfermos, ni nada de eso…. La pandemia afectó fuertemente la economía local, por el cierre de la actividad turística, principal reglón económico de las comunidades, pero esto sirvió para prender las alarmas e incentivar por ejemplo la reactivación del sector agrícola en la isla, también despertó el sentido de solidaridad entre la comunidad.
¿Cómo te sientes dentro de la red Slow Food? ¿Qué te gustaría que hagamos juntos en el futuro?
A Slow Food, siempre le doy las gracias porque nos han apoyado mucho. Me siento muy a gusto con ellos; esperemos que nos sigan apoyando siempre. Ahora tenemos el proyecto de abrir el restaurante, seguimos necesitando que nos apoyen, que nos ayuden. Porque creo que ya tenemos demasiado tiempo avanzando en todo lo que implica esta tarea, tenemos dotación para esto y no hemos abierto, entonces ahí nos falta orientación. Gracias a ustedes por su apoyo incondicional.
En el vídeo, la cocinera colombiana Luisa Acosta (miembro de la Alianza de Cocineros de Slow Food) explica cómo secar las hierbas aromáticas
¿Cómo te imaginas tu comunidad dentro de 10 años?
Dentro de 10 años. Como vamos, aspiro ver a mi comunidad con muchos más jóvenes comprometidos con la protección del Cangrejo Negro, hoy los jóvenes de la comunidad han aprendido mucho del cangrejo, lo respetan mucho. Porque se han dado muchos cursos, muchas prácticas, les hemos enseñado como es el manejo, como se debe cuidar.
La verdad hoy en día vemos que todo está diferente. Desde mi punto de vista, de aquí a 10 años y en delante me gustaría ver que mi comunidad haya progresado.
El Baluarte del Cangrejo Negro de Providencia es apoyado por el proyecto “Empowering Indigenous Youth”, financiado por el FIDA y por el proyecto “Slow Fish Caribe”, financiado por la UE y realizado en Colombia por Slow Food en colaboración con Fundación ACUA y Corporación Coralina.
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