Abuelita Aurelia y el ají negro 

20 Jul 2020

La abuelita Aurelia Jifichiu partió hace ya dos semanas.   

Como lo explican en la Amazonia, volvió al Origen, los cocineros y todos los que tuvimos la suerte de conocerla estamos muy tristes.  

La abuelita era una de la poderosas guardianas del saber y la tradición del ají negro amazónico. Este ají, llamado en los distintos idiomas indígenas, ravico, yomaki, omai,kigai, domepha, catara, casarama o tucupi fue el primer producto colombiano inscrito en el Arca del Gusto de Slow Food. 

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Imagen por Vicente Gonzalez

La abuelita tenía un corazón inmenso que le alcanzaba para recibir en su casa y en su comunidad a todo el que quisiera llegar y a todos hacernos sentir como a sus hijos o a sus nietos: cuando uno se despedía siempre se quejaba de que uno se quedaba muy poco para acompañarla; cuando uno la visitaba siempre le gustaba que uno fuera a recibir las comidas con ella. 

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Imagen por Vicente Gonzalez

 Los cocineros que pudimos compartir con ella nos pudimos dar cuenta de la profundidad de su conocimiento y del poder de su consejo.  Estoy seguro que todos los que la conocimos lamentamos no haber tenido más oídos, más espacio en la libreta o más frescura en el pensamiento para atesorar todas sus enseñanzas. La abuelita siempre tenía una historia para explicar las cosas, como cuando estaba en la chagra arrancando la yuca o cuando la estaba rallando nos decía que las yucas chiquitas nunca había que botarlas porque se quedaban tristes llorando, que todas había que recogerlas porque eran el espíritu de una niña, que si uno la dejaba se sentía abandonada y que además estas yuquitas chiquitas eran más dulces y que si no se ponían en la cocción, el ají negro no quedaba tan rico.  Era una maravillosa chagrera: su chagra era llena de abundancia y verdor.  

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Imagen por Vicente Gonzalez

Siempre tenía ají negro, que era el espíritu y el sabor concentrado de la selva, espíritu que compartió con varios cocineros que tuvimos la fortuna de cocinar con su ají.  

Vivía en la actualidad en el km 17 del resguardo Ticuna-Huitoto en Leticia, donde con su familia habían establecido su maloca y estaban dedicados a a rescatar y recuperar la cultura Bora. 

Pensando en mis hijos y nietos, los consejos que había olvidado los recordé nuevamente. Las nuevas generaciones se darán cuenta que aún existen palabras de consejo de nuestros abuelos y abuelas. Los recordaremos y practicaremos y de esta forma viviremos bien”. 

Abuelita, usted se ha ido, pero no la sentimos lejos, su presencia y palabra la tenemos cerquita en el corazón. Como dijo el abuelo Raúl Yucuna, allá seguirá iluminándonos para que la palabra de vida no muera. 

Autores: Antonuela Ariza y Eduardo MartinezConvivium Bogotá 

Fotos: Vicente Gonzalez 

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