Menu para el cambio: para hacer frente al cambio climático sería muy importante optar por la vida en el campo.
02 Nov 2017

Leidy Casimiro Rodríguez es experta en agroecología y posee un profundo conocimiento teórico y una larga experiencia en investigación de campo sobre las prácticas diarias de muchos productores cubanos.
Leidy volvió a la finca de su familia con sus padres durante el periodo especial, una crisis económica que asoló el país durante una década. La familia ha transformado la finca a lo largo de veintitrés años hasta convertirla en la finca más sostenible de Cuba, utilizando técnicas agroecológicas que mitigan el cambio climático y garantizan la seguridad alimentaria.
Además de su doctorado, Leidy ha desarrollado una fórmula matemática para medir el índice de resiliencia socioecológica de las fincas familiares, un indicador sobre el modo en que los campesinos son capaces de superar factores externos a menudo negativos:
«El periodo especial resultó ser una fase positiva para la tercera y la cuarta generación de la familia. Lo percibimos como un desafío para volver a la finca de la familia que la primera y la segunda generación casi habían abandonado debido al gran deterioro de los suelos y de la infraestructura.
Durante el periodo especial todavía no éramos completamente agroecológicos. Empezamos sufriendo todos los contratiempos típicos de los principiantes, intentando fabricar productos agroquímicos sin químicos, sin crédito, con poca experiencia y con mucho entusiasmo. La idea de transformar nuestra finca nace de la agroecología cubana y del movimiento de la permacultura, además de los años de la amarga experiencia agroquímica.
El mundo necesita estos ejemplos, y Cuba podría ser el mejor de ellos por muchas razones. Nosotros proponemos crear un proyecto nacional para utilizar casi un millón de hectáreas de tierra desocupada que pertenece a cien mil familias.
Para hacer frente al cambio climático sería muy importante, además de otras muchas medidas, optar por la vida en el campo. Esto puede ayudar a revertir el daño causado a los suelos y al ecosistema en general.
Creemos que los pequeños productores son los únicos que pueden ofrecer el máximo aprovechamiento de los recursos energéticos renovables gracias al conocimiento de cada finca sobre sus microclimas, su biodiversidad y sus costumbres locales. Para nosotros fue algo fácil de entender porque teníamos con qué comparar.
Cuando vimos que la pequeña finca familiar podía tener posibilidades incalculables, nos sentimos más fuertes de lo que nunca habíamos podido imaginar. Tuvimos la oportunidad de interpretar las leyes naturales cada día, de aprender a trabajar de día y de noche, año tras año y generación tras generación, convirtiéndonos en expertos de cada uno de nuestros lugares.
Comprendimos que los pequeños productores funcionan mejor que los agroquímicos industriales. Las nuestras fueron decisiones basadas en el conocimiento y en la experiencia de la familia.
El Índice de resiliencia socioecológica que he creado permite evaluar la capacidad de una finca familiar o de un territorio rural de mantenerse en el tiempo según lo desee la familia y la sociedad cuidando y conservando al mismo tiempo el suelo, los recursos naturales y la diversidad ecológica y social. Esta capacidad de resiliencia debería permitir a las familias de campesinos y a las fincas mantener y enriquecer su cultura del espacio y el entorno de la comunidad, reduciendo su vulnerabilidad a los factores externos negativos como el cambio climático, la pérdida de mercados, los cambios políticos, etc.
La Metodología para evaluar la resiliencia socioeconómica creada gracias a los veintitrés años de trabajo de nuestra familia nos permite analizar en el tiempo el progreso y las dinámicas de las fincas familiares centradas en su resiliencia y apoyar este proceso de evolución a partir de las experiencias de proyectos pasados y futuros.
Esto contribuye a que los procesos de toma de decisiones sean más eficaces, tanto para los productores, que actúan para mejorar su resiliencia, como para los políticos, que tienen la oportunidad de desarrollar sus políticas agrarias.
Nos hemos unido al movimiento Slow Food combinando nuestra filosofía de vida con los nuevos conceptos de comida saludable y variada, extendiendo el ciclo de producción de los alimentos con nuevas propuestas, añadiendo valores y consiguiendo nuevas capacidades y una mayor creatividad a la hora de producir una comida buena, limpia y justa. Slow Food aporta un enfoque integral y sostenible, desde la producción hasta el consumo, dos aspectos que suelen tratarse de forma separada pero que realmente están íntimamente relacionados.
Un buen modo de apoyar la campaña de Slow Food es donar fondos para reforzar este enorme movimiento en favor del bien común que protege las tradiciones y la diversidad para conseguir una sociedad próspera y sostenible».
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