El creciente número de mujeres burkinabé que viajan hacia el norte por la carretera que une la capital del país, Uagadugú, con Ouahigouya, en la provincia de Passoré, sonríe con sus coloridos vestidos. En las manos sostienen grandes recipientes que contienen ñame de Arbollé, un tubérculo local muy reconocible por sus dimensiones alargadas similares a un bastón, con la intención de venderlo y sacar beneficios.
Entre ellas se encuentra Dianda Pabebyam, presidenta de la asociación Nabanswendé de mujeres vendedoras de ñame de Arbollé[1], y testigo directo de los problemas que ha tenido que afrontar su comunidad durante los últimos años. «A causa de la disminución de las precipitaciones en esta zona y de su progresiva deforestación, nuestros terrenos se han empobrecido y muchos jóvenes se han visto obligados a abandonar el pueblo», nos cuenta.
Raphael Ouedraogo, un joven productor, explica con más detalle que «la variedad del ñame de Arbollé tiene un tamaño más pequeño respecto al ñame que se encuentra en el mercado y los intentos de los años 90 de cultivar una variedad más productiva mediante el uso de productos químicos ha sido un fracaso: estos productos no solo han demostrado ser nocivos para la salud humana, animal y de la tierra, sino que la propia variedad no se ha adaptado ni a nuestro territorio arcilloso-arenoso ni al cambio climático».
Precisamente por estos motivos, la Association pour le Développement du Département de Arbollé (ADDA, Asociación para el desarrollo del Departamento de Arbollé) se ha activado para dar valor al ñame local y a los territorios donde se cultiva, organizando a los productores y a las mujeres que lo venden y desarrollando algunas iniciativas promocionales, como la fiesta anual del ñame de Arbollé en febrero. Cuando la Asociación entró en contacto con la red de Slow Food en Burkina Faso, junto con los productores y con un investigador de la universidad de Uagadugú, el desarrollo de un modelo sostenible para recuperar este importante tubérculo local se hizo realidad.
Actualmente, los productores del ñame de Arbollé han aumentado de 15 a casi 100 en la provincia, de los cuales 35 forman parte del Baluarte de Slow Food.
Como sigue explicando Raphael: «Gracias al apoyo de Slow Food[2] y a través de las formaciones, encuentros y participaciones en muchos eventos de su red, mi comunidad ha logrado no abandonar una producción propia de nuestro territorio que estábamos perdiendo y ha vuelto a introducir el uso de fertilizantes orgánicos y la búsqueda de técnicas de cultivo innovadoras que han ayudado a obtener un ñame de calidad».
Dianda nos cuenta cómo también las mujeres están fuertemente involucradas en este nuevo inicio, sobre todo en la preservación del medio ambiente y en la promoción de la biodiversidad:
«Nosotras las mujeres hemos trabajado estrechamente con las cocineras y otras comunidades de mujeres de la red para dar el mayor valor posible al ñame e intercambiar recetas. ¡En el concurso gastronómico de «Koudou du Faso», en 2017, nuestro ñame de Arbollé ganó el premio en la categoría «productos no transformados!»[3].
El mismo entusiasmo encontramos en las palabras del responsable del Baluarte, Theodore Ouedraogo, que nos cuenta cómo los años 2018-2019 serán caracterizados por formaciones importantes dirigidas a muchas más personas:
«Gracias al apoyo de Slow Food, más de 100 hombres y 60 mujeres recibirán formación durante los próximos meses para limpiar los desechos de plástico en las zonas destinadas para el cultivo, fabricar las estructuras de protección de los tubérculos plantados y aprender las distintas posibilidades de uso que ofrecen sus distintas cualidades organolépticas».
Un trabajo fundamental para Burkina Faso y también para Jean Marie Koalga, coordinador nacional de Slow Food Burkina Faso y consejero internacional de Slow Food para África Occidental.
«El ñame de Arbollé como Baluarte de Slow Food es un modelo de producción y consumo en un contexto evidente de cambio climático, y es el símbolo de la resistencia de nuestra comunidad: adaptándonos a los crecientes problemas que afectan al ecosistema de esta zona, nuestro esfuerzo colectivo cotidiano para la protección de la biodiversidad implica una preservación y una puesta en valor orgullosa de un producto en extinción, el rechazo al uso de agentes químicos en su cultivo, la oposición a la dependencia del suministro alimentario externo y el crecimiento de la economía y del tejido social local».
En esta zona del Sahel, donde la desertificación se hace sentir cada vez más, los efectos del cambio climático tienen un gran impacto sobre la población.
«La falta de precipitaciones y la distribución desigual de las lluvias durante el año, el empobrecimiento del suelo, las inundaciones repentinas y la subida continua de las temperaturas, la consiguiente escasez de cultivos, la deforestación obligada y la falta de pastos para los animales, la migración cada vez más masiva de mi gente, todo eso significa para mí el cambio climático», nos sigue explicando Dianda, un testimonio de un mundo en dificultades que debemos proteger prestando atención a nuestros hábitos y empezando por lo que ponemos en nuestro plato cada día.
¡Los campesinos son los verdaderos héroes del medio ambiente! Descubre qué puedes hacer por ellos en noviembre y apoya a Slow Food para hacer frente al cambio climático con una donación para la campaña «Food for Change» (Comida para el cambio).