¡El turismo está muy lejos de ser sostenible! entrevista con Ana Isabel Márquez

21 Jun 2019

Ana Isabel Márquez es una antropóloga de Colombia; aunque nació en la capital, Bogotá, creció en la isla de Providencia. La isla forma parte del departamento colombiano de San Andrés, Providencia y Santa Catalina, un archipiélago relativamente poco conocido al oeste del mar Caribe que se encuentra más cerca de Nicaragua que de la parte continental de Colombia.

Las islas son el hogar del pueblo raizal, un grupo étnico afro-caribeño que habla un inglés criollo parecido al de Belice o Jamaica. También es el hogar de una gran comunidad pesquera, cuya diversidad cultural se refleja en la rica biodiversidad de las aguas que los rodean. Nos pusimos al día con Ana Isabel durante el evento de Slow Fish 2019 para hablar sobre el pasado, presente y futuro de la pesca en las islas.

Sistemas pre-monetarios

«La pesca ha sido y sigue siendo una de las principales actividades económicas ya que esta es una comunidad marina. La seguridad y la soberanía alimentarias del pueblo en Providencia se basan en la pesca», comenta Ana Isabel. «También se practicaba la agricultura y, hasta la mitad del siglo XX, había una economía de intercambio en las islas, donde los pescadores y los agricultores intercambiaban sus bienes sin ningún sistema monetario. Una de las pocas fuentes de cambio de divisas era la venta de tortugas y otros productos de primera necesidad a los europeos».

En los años 50, comenzó una gran migración de personas procedentes de la parte continental de Colombia y de más lejos, incluyendo turistas, que venían a San Andrés; lo que querían era comer pescado. Así, el pescado se convirtió en un producto comercializado, lo cual tuvo muchas consecuencias. «Cuando la pesca empezó a ser rentable, mucha gente dejó la agricultura. De igual modo la llegada de turistas trajo una inversión del gobierno en las islas, no obstante el gobierno colombiano veía la diversidad cultural como una amenaza. Sentían que tenían que absorber el pueblo raizal e integrarlos a la gran cultura “nacional” colombiana. La inversión del gobierno y la “colombianización[1]” fueron de la mano. Aunque actualmente Colombia reconoce su diversidad cultural, los efectos de esa integración política siguen presentes».

Providencia, Colombia. Foto: Fundación ACUA

Providencia, Colombia. Foto: Fundación ACUA

La pesca en San Andrés hoy en día

Entonces, ¿cuál es la situación actual? «Mientras que la sobrepesca aquí podría no ser un problema tan grande si se compara con otras regiones, sigue siendo una situación precaria bajo mucha presión. El ecosistema de la barrera de coral es muy vulnerable y no se entiende bien. Hay muchas actitudes de escasa perspectiva frente a la pesca entre los políticos, investigadores e incluso pescadores que dicen: “las existencias están sanas y los peces se están escondiendo, únicamente necesitamos tecnología para encontrarlos”. Nuestras barreras de coral no son tan productivas como la pesca, pero son un oasis para la biodiversidad. Ese es el rasgo principal que caracteriza nuestra pesca: gran biodiversidad y poca biomasa. Pueden mantener la seguridad alimentaria local pero no esta demanda que no deja de crecer».

La presión sobre las existencias de pescado se debe, lógicamente, al creciente número de turistas. Concentrarse en este mercado es muy lucrativo, pero como Ana Isabel lo explica: «nuestra responsabilidad es conseguir una pesca sostenible. Sin embargo, numerosos participantes se centran en el futuro desarrollo de las islas y ven el pescado como una herramienta para fomentar el desarrollo económico, olvidándose de los aspectos sociales y ambientales. Es contraproducente para todo, aunque no lo sea a corto plazo. Es importante que nuestra atención se aleje del turismo y vuelva a centrarse en el pueblo local. Tenemos necesidades en cuanto al sistema de salud, la educación o la soberanía alimentaria; pero estas tareas no se abordan dado que todas las políticas del gobierno se centran en el turismo, como si todo fuera a seguir su curso de manera natural. No obstante, nosotros sabemos que eso no es así. El turismo que tenemos en San Andrés no significa un desarrollo sostenible».

Desarrollo de la isla de San Andrés. Foto: cruisemapper.com

Desarrollo de la isla de San Andrés. Foto: cruisemapper.com

Slow Fish Caribe

¿Y qué pinta Slow Fish en todo esto? «Puede ser una fuerza para el cambio en las islas, algo que desencadene un giro en la política. Muchas personas están trabajando juntas para garantizar que los locales sean considerados como una parte más importante que los turistas. No se trata solo de la biodiversidad marina, que ya se ve amenazada, sino de la cultura local del pueblo raizal, cuya cultura alimenticia es una fusión única de influencias africanas, caribeñas, europeas y latinoamericanas. El desarrollo centrado en los turistas afecta la cultura local, la pone en riesgo, y crea más problemas que beneficios».

Le he pedido a Ana Isabel un ejemplo de cultura alimenticia local a la que le tenga especial cariño: «Pescado picado hecho con vieja esposa (Balites vetula)  o bonito. Se le quitan las raspas y se pica, después se guisa en leche de coco y se sazona con perejil, pimienta negra y pimientos bonney. Puede servirse con arroz de coco y judías o, si tienes suerte, ¡con ensalada de patata!»

Pescado picado al estilo San Andés style. Foto: comidatipicadecolombia.top

Pescado picado al estilo San Andés style. Foto: comidatipicadecolombia.top

El proyecto de Slow Fish Caribe se lanzó en el 2017 para promover el uso sostenible de los recursos costeros en el Caribe.

Aunque incluye comunidades de todo el Caribe, el proyecto se basa principalmente en tres reservas de Biosfera, la reserva Seaflower en Colombia, y Sian Ka’an y Banco Chinchorro en México. El proyecto es apoyado por la Unión Europea y liderado por Slow Food, pero su mayor fuerza es la colaboración y el trabajo de las asociaciones locales, grupos de gente que llevan a cabo el proyecto y sus objetivos en sus regiones natales.

[1] Estados Unidos ya había intentado separar las islas en su mayoría protestantes de la Colombia católica en 1903 como consecuencia de la separación de Panamá de Colombia. Las élites locales rechazaron la oferta estadounidense y finalmente unas olas sucesivas de inmigración procedentes de la zona continental de Colombia cambiaron la distribución étnica de las islas.

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